Capítulo 18

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En cuanto Lucía vio a Dante de pie en la glorieta esperándola, sintió que su estómago daba un vuelco. De forma automática, apretó el brazo de su prima debido a los nervios que su sola imagen le provocaba y advirtió, con sorpresa, que ella hacía lo mismo. La miró por un instante notando cómo se tensaba con su mirada fija en Matías. Lo miró entonces a él. Parecía petrificado mientras la observaba como si no existiese nadie más en el mundo. ¿Acaso...?

La voz de Dante la sacó bruscamente de sus cavilaciones.

—¡Hola! Pudieron venir —dijo con una sonrisa auténtica mientras extendía una mano hacia ella para ayudarla a subir los escalones.

La tomó sin dudarlo sintiendo en ese simple contacto múltiples emociones desconocidas, aunque placenteras. Lo besó en la mejilla con timidez y se sonrojó en cuanto lo oyó decirle lo bonita que estaba. No supo por qué, pero ese comentario no le provocó el rechazo que solía sentir cuando algún muchacho la elogiaba. Por el contrario, le gustó... y mucho.

Matías no podía creer que su amigo lo hubiera planificado todo a sus espaldas. Ya le parecía extraño su comportamiento. No obstante, jamás se hubiese imaginado que podría tratarse de esto. Por supuesto que no se quejaba. En absoluto. Ahora sí se sentía feliz de haber accedido a acompañarlo. Quiso decirle algo, pero no era capaz de apartar sus ojos de Sol. Ella no se había movido del lugar y aunque se encontraba a resguardo bajo su paraguas, el viento que empezaba a levantarse la mojaría de igual modo. Reaccionando por fin, avanzó en su dirección. Se inclinó para entrar debajo del mismo y se colocó justo frente a ella.

—Aunque debo reconocer que ver a una hermosa mujer toda mojada me resulta tentador, no quisiera que te resfríes, preciosa —le dijo con una sonrisa pícara.

Sol no pudo evitar sonreír ante su comentario logrando por fin salir de su estupor. No obstante, volvió a paralizarse al ver que se acercaba para besarla en la mejilla. Advirtió que se demoró un poco más de lo habitual y no pudo evitar cerrar sus ojos al sentir el cálido roce de sus labios. ¡Dios, su boca era como una brasa ardiente en contraste con su piel helada! No entendía qué le estaba pasando, pero se encontró a sí misma deseando que ese pequeño momento no terminase nunca.

Matías se apresuró a pasar un brazo por encima de sus hombros y la atrajo hacia su cuerpo para evitar que ambos se mojaran. Ignorando deliberadamente la increíble sensación que eso le produjo, la condujo hacia el pequeño refugio de la glorieta. Podía notar su tensión, pero lo complació advertir que en ningún momento hizo ademán de apartarse. Por el contrario, la sintió apoyarse en él para subir los escalones.

Lucía y Dante se encontraban enfrascados en lo que ambos consideraban una aburrida conversación técnica sobre funciones de la cámara, lentes, filtros y demás cuestiones de fotografía. Al pasar junto a ellos, se miraron de forma cómplice y sin necesidad de palabras, comenzaron a reír. Solo con eso, la extraña tensión que se había generado entre ellos se evaporó por completo sintiendo que volvían a ser los mismos de siempre.

Aún reían cuando Matías se puso pálido de forma vertiginosa por un fuerte mareo. A Sol no le pasó desapercibido el cambio en su expresión y se apresuró a ir hacia él para sujetarlo del brazo.

—¡Mati! ¿Qué tenés? ¿Te sentís mal? —preguntó con preocupación en la voz.

Mientras lo ayudó a apoyarse en una de las columnas, giró hacia donde se encontraba Dante con la intención de llamarlo. Sabía que no había chances de que ella sola pudiese sostenerlo si se caía y le daba miedo que se lastimase. Sin embargo, tanto él como su prima se habían alejado para comenzar con las fotos.

—Tranquila, preciosa. Solo es cansancio. Anoche tuvimos mucho trabajo en el bar y no dormí nada.

—No, no es cansancio. Estás muy pálido. Voy a buscar a tu amigo para que te lleve a casa.

Bloque de hieloWhere stories live. Discover now