Capítulo 26

1.7K 263 156
                                    

Dante no tardó demasiado en ir tras Lucía. No obstante, ella le había sacado una considerable ventaja. Cuando se asomó desde el pasillo, la vio a lo lejos saliendo por la puerta que daba a la calle. Corrió para evitar que se fuera sola. En el estado en el que sabía que estaba, temía que le pasara algo malo. La encontró afuera del bar caminando hacia la esquina en dirección opuesta a su casa. ¿A dónde iba? Apuró el paso hasta alcanzarla y la sujetó del brazo para detenerla.

—¡Lucía! Esperá. ¿A dónde vas?

Si bien le hizo caso, la vio bajar la cabeza como si no quisiera enfrentarlo. ¿Acaso se sentía avergonzada por algo que ni siquiera había hecho? Podía notar la culpa en ella y eso aumentó, aún más, su enojo hacia David.

—Dejame, Dante, por favor. Solo quiero irme lejos. Mi prima...

Pero su voz se quebró al final impidiéndole continuar.

—Bueno, te llevo a tu casa entonces.

—¡No! —exclamó ella, ahora sí, mirándolo a los ojos. Los mismos transmitían angustia y miedo—. No puedo ir allá. Si mi papá me ve así, se va a dar cuenta de que algo me pasa y va a empezar con sus preguntas. Lo conozco, no va a parar hasta que le cuente y no quiero más problemas. Mucho menos con Sol.

—Está bien, tranquila, entiendo. Si querés podemos ir a otro lado hasta que te sientas mejor.

Por la expresión en su rostro supo que había malinterpretado sus palabras —en realidad sus intenciones—, por lo que se apresuró a sacarla de ese error.

—No me refiero al departamento, Lucía. Solo pretendo llevarte a un lugar que estoy seguro de que te va a gustar.

La vio sonrojarse y, como le pasaba cada vez que la veía así, le pareció adorable. Solía ser cuidadoso en la forma en la que le hablaba ya que, por algún motivo que desconocía, ella se asustaba con facilidad. Sin embargo, los nervios de lo sucedido minutos antes y su desesperación porque no se alejase de él lo traicionaron.

—¿Confiás en mí? —le preguntó tomándola de la mano.

Finalmente, la vio asentir. La guio hasta donde había dejado el auto de su amigo estacionado. Esperó a que ella subiera y luego de cerrar su puerta, rodeó el vehículo para sentarse en el asiento del conductor.

Ya en viaje, Lucía no salía de su estupor. No podía creer que David le hubiese hecho eso. Eran amigos desde pequeños y nunca había demostrado señales de estar interesado en ella. De hecho, era uno de los pocos chicos que nunca se le había insinuado. Al menos, no hasta esa noche. Ahora entendía la razón por la cual había comenzado a sentirse incómoda en su presencia y también la brusquedad en la forma de tratarla cada vez que la veía junto a Dante.

Se sintió mal por su prima y rogó porque no creyera las mentiras que seguramente le diría para salvarse él mismo. "¿Y si piensa que yo lo provoqué de alguna manera?", se preguntó alarmada. Entonces ya no fue capaz de seguir conteniendo las lágrimas que hasta el momento había podido mantener a raya. Las mismas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras en su mente imaginaba los peores escenarios.

Dante mantenía las manos aferradas con firmeza al volante mientras escuchaba a Lucía sollozar a su lado. Quería decirle algo para calmarla, para hacerla sentir mejor, pero primero necesitaba tranquilizarse él. El impulso de dar media vuelta y destrozarle la cara a David se volvía cada vez más intenso. Había estado a punto de golpearlo cuando con tanta soltura confesó que la había besado, pero ella lo detuvo y ahora comenzaba a arrepentirse de no haberlo hecho.

Desaceleró un poco cuando se dio cuenta de que estaba sobrepasando el límite de velocidad permitido y giró la cabeza para mirarla. Ella mantenía la mirada fija en el exterior y su frente apoyada sobre la ventanilla. Aunque se notaba su esfuerzo por disimular el llanto, no estaba teniendo demasiado éxito. Tenía que lograr serenarse de una vez por todas para poder centrarse en ella y consolarla. Volvió la vista al frente y continuó avanzando en dirección al norte.

Bloque de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora