Capítulo 24

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Lucía estaba un poco preocupada por el hecho de que, una vez más, su prima se había negado a acompañarla al bar. No sabía qué le pasaba últimamente ya que no había vuelto a verla desde la vez que salieron con Dante y Matías. Sin embargo, le parecía de lo más extraño que decidiese no ir justo en una noche tan importante para su novio. Ni siquiera el tener que estudiar la hubiese detenido en otro momento.

Por otro lado, si bien su relación con Dante se había vuelto más cercana y se sentía cada vez más cómoda en su presencia, sus miedos no la abandonaban del todo. Por esa razón, de tanto en tanto, un temor irracional la invadía provocando que dudase de dar el siguiente paso. Para ella, esta experiencia era por completo nueva. Nunca se había sentido tan atraída por un hombre y de seguro, jamás se había encontrado a sí misma imaginando cómo sería ser besada y tocada por él.

No faltaba mucho para que pasara a buscarla por su casa. Al enterarse de que tenía que ir al bar esa noche para sacarle fotos a la banda, se había ofrecido a llevarla y ella había aceptado con gusto. Sin embargo, ahora que sabía que su prima no estaría a su lado, comenzaba a dudar de si había sido una buena idea. De repente, una notificación en su celular la alertó de la llegada de un nuevo mensaje y olvidándose de todo, se tiró en la cama para leerlo. Una vez más, sintió ese adorable cosquilleo en su estómago de solo pensar en él y sonrió, entusiasmada, antes de deslizar su dedo sobre la pantalla.

Su sonrisa se borró de inmediato al advertir el destinatario del mensaje. No era quien ella esperaba, sino David que le avisaba que en unos minutos pasaría por ella. Que estuviese lista para él. Un escalofrío la recorrió al leer esas últimas tres palabras. ¿Lista para él? ¿Y eso que significaba? Molesta por su presunción de que irían juntos, no tardó en escribir su respuesta liberándolo así de un compromiso que en ningún momento debería haber asumido.

Miró el reloj y se alarmó de lo tarde que era. En menos de una hora Dante llegaría por ella y no deseaba que se cruzase con su padre cuando este regresara del trabajo. Sabía lo amenazante que podía llegar a ser y no quería que asustara al único hombre que de verdad le interesaba.

Dejando sobre la cama el vestido que su madre le había regalado una vez y nunca se animó a usar, se apresuró a entrar al cuarto de baño para darse una ducha. También se pondría unas chatitas de color negro en lugar de sus clásicas zapatillas. No sabía bien por qué, pero esa noche quería lucir bonita para él.

Terminó de maquillarse y rociar su cuello con un poco de perfume y se miró al espejo antes de salir. Le gustó mucho cómo le quedaba ese vestido. El mismo era sencillo, pero elegante; corto hasta las rodillas y con un escote bastante discreto, aunque demasiado revelador en ella.

Recogió el bolso de la cámara y una pequeña cartera en la que llevaba su celular y la billetera y salió por fin de su habitación. Por la hora que era, seguramente su madre se encontraría en la cocina preparando la cena. De inmediato, la voz de su padre la alcanzó, advirtiéndole de su llegada. Si había tenido esperanzas de que no le hiciera demasiadas preguntas al verla así vestida, las mismas acababan de desaparecer por completo.

Como era habitual en su casa desde que tenía uso de razón, se escuchaba de fondo una canción de los '80. Armándose de valor para el interrogatorio que suponía que su padre le haría, entró en la cocina. No se sorprendió en lo más mínimo al verlos bailar abrazados al ritmo de la música.

Sebastián era la persona más intimidante que conocía, pero también el más romántico y dulce cuando se trataba de Melina. Lo que estaban viendo sus ojos en ese momento no era más que una prueba de ello. Decidida a interrumpirlos antes de que comenzaran a besarse de una forma en la que le incomodaría, se acercó a ellos para saludarlos y avisarles que volvería tarde.

Bloque de hieloWhere stories live. Discover now