Capítulo 34

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Lucía se encontraba en su habitación preparándose para ir a la casa de Dante. Tenía delante de ella la delicada y elegante blusa que Sol le había obligado a comprar para la fiesta de egresados de su colegio y al final no se había animado a usar. Si quería llamar la atención de su novio esa noche, era la opción perfecta. Ajustada y escotada, se entallaba a su cuerpo como si hubiese sido hecha a medida y se abría en la parte de arriba en un atrevido escote que realzaba su busto.

Le quedaba muy bien y lo más importante, hacía que se sintiese hermosa. Sin embargo, su inseguridad le impedía ignorar que dejaba demasiada piel a la vista. Jamás se había permitido a sí misma usar algo así y al borde de un ataque de ansiedad, empezaba a arrepentirse. Decidida a no hacer caso a sus temores, se calzó un jean azul ajustado que delineaba sus voluptuosas curvas combinándolo todo con unos finos zapatos de taco alto y una chaqueta.

Respirando profundo para no acobardarse, se terminó de maquillar y subió el cierre de su abrigo hasta el cuello. Sabía que su padre se encontraba en casa y prefería evitar el interrogatorio al que este la sometería en cuanto la viese así vestida. Por otro lado, tampoco se animaba a salir a la calle sin nada que la protegiera de miradas indeseadas. Como Dante estaría ocupado preparando la cena, le prometió que no iría caminando sola hasta su departamento. Por consiguiente, pidió un Uber el cual ya se encontraba en camino.

Alarmada por lo tarde que se le había hecho, salió de su habitación y bajó, apresurada, para esperarlo en la puerta. Al pasar por la cocina, oyó las voces de sus padres. Por el horario, sabía que estaban cenando. Se dispuso a entrar con la intención de despedirse rápidamente de ellos, pero se detuvo en el acto al oír el nombre de su primo. Al parecer, Melina estaba muy preocupada por algo que le había dicho Sebastián y en ese momento le pedía por favor que se asegurara de que no le pasara nada a su sobrino.

Entonces, recordó que su prima le había preguntado por él cuando había irrumpido en su cuarto más temprano y por un momento se alarmó. ¿Acaso le había pasado algo a Facundo y no querían que se enterase? Apareció ante ellos, decidida a preguntar por él, pero advirtió que ambos se callaron al verla. Era más que evidente que no deseaban que ella lo supiera. Los conocía demasiado como para saber que no les sacaría nada, aunque preguntase, por lo que optó por hacer de cuenta que no había oído nada.

—Mamá, papá, ya me voy —anunció besando a cada uno en la mejilla.

Su padre alzó la vista hacia ella.

—¿Vas a salir con tu novio? —le preguntó al verla tan arreglada.

—Sí, voy a ir a cenar con él.

Sebastián se limitó a asentir. Por el abrigo que llevaba puesto siendo un día cálido, sabía que no le agradaría lo que llevaba debajo del mismo. También se había dado cuenta de que la cena sería en el departamento del chico. De lo contrario, no hubiese usado el singular sino el plural para hablar de ello y de seguro, él la habría pasado a buscar por su casa. No le gustaba para nada la idea de que su pequeña estuviese a solas con un hombre, en especial uno mayor que ella, pero también era consciente de que no podía impedírselo. Además, le había prometido a su mujer no intervenir.

—Seguramente veamos una película después así que voy a volver tarde —agregó en un susurro intentando ocultar su nerviosismo.

Escuchar eso fue demasiado para Sebastián. ¿En verdad pensaba que lo estaba engatusando a él? ¿Acaso esperaba que no le dijese nada? Estaba por objetar cuando Melina le echó una de sus miradas fulminantes.

—Que la pasen bien, hija —dijo con una sonrisa sin despegar sus ojos de su marido.

—Gracias. Ahí llegó el auto. Nos vemos después —se apresuró a responder a la vez que se alejó en dirección a la puerta.

Bloque de hieloWhere stories live. Discover now