Capítulo 11

1.7K 263 125
                                    

Facundo se encontraba en el interior de su auto esperando a que su prima saliese de la universidad. Hacía varias semanas que no la veía y quería saber cómo iban sus cosas. Entre su nuevo trabajo y sus problemas personales, apenas había tenido tiempo para dedicarle a su familia. Además, su humor no había sido el mejor últimamente y por esa razón, había optado por pasar más tiempo a solas. No obstante, comenzaba a sentirse culpable por ello.

Miró su celular y revisó sus mensajes, una vez más. Nada había cambiado. Paula seguía sin responder. Había pasado una semana desde aquella noche en la que la había llevado a tomar algo después de haberla ayudado. Había logrado que se soltara y comenzara a abrirse a él. Lo estaba dejando conocerla más, permitiéndole incluso ver una parte de ella que se empeñaba en ocultar. Él no podía estar más fascinado. Se estaban divirtiendo y disfrutaban de la mutua compañía, pero todo se arruinó cuando Tamara apareció de repente, interrumpiéndolos.

Jamás se habría imaginado que ella iría a ese bar y se lamentó por no haber sido más precavido. No para evitar que los viese. Ya que, para ser honestos, eso le importaba un carajo. Sino para evitar que Paula pasara por una situación tan incómoda. No podía olvidar la expresión en su rostro cuando Tamara comenzó a agredirla. Primero fue de sorpresa, pero luego de desilusión y esa mirada lo seguía torturando aún hoy. Tendría que haberle hablado de ella. Contarle que pensaba acabar con esa relación. Pero el miedo de que se alejara si lo hacía fue más fuerte y optó por callar. Que ironía que al final, lo que tanto quiso impedir que pasara, terminó sucediendo y tuvo que verla partir sin poder hacer nada para evitarlo.

Después de eso, se había girado para enfrentar a Tamara y las lágrimas que vio en sus ojos no hicieron más que aumentar su enojo. Entonces, pronunció las palabras que debió haber dicho mucho tiempo atrás y sin esperar una respuesta, se marchó. Pero ella lo siguió dando mil excusas para explicar su comportamiento infantil y caprichoso. Harto de todo, le gritó que madurase de una vez. Que entendiera que él no la quería y luego se subió a su auto dejándola sola.

Ya en camino a su casa le había enviado un mensaje a Paula disculpándose por lo que había pasado, pero ella no le respondió. Esa noche no solo no pudo pegar un ojo, sino que se la pasó esperando una respuesta que nunca llegó. Cada día luchaba consigo mismo para no escribirle de nuevo. Estaba claro que lo que fuese que creyó que pasaba entre ellos había sido solo producto de su imaginación.

Un movimiento al frente llamó su atención y dirigió sus ojos hacia la masa de jóvenes que comenzó a salir del edificio. No divisó a Lucía entre ellos y pensó que quizás no había ido ese día a la universidad. Estaba a punto de llamarla por teléfono, cuando la vio atravesar el umbral de la puerta. A diferencia de la mayoría que iban en grupos, ella iba sola y por la expresión de su rostro, no estaba demasiado entusiasmada. Sin embargo, su cara cambió por completo al mirar la pantalla del celular que acababa de sacar del bolsillo de su jean.

Una hermosa e instantánea sonrisa se dibujó en su rostro y sus ojos se encendieron como hacía tiempo no lo hacían. La vio teclear a gran velocidad y luego volver a guardar el celular. A pesar de la distancia que los separaba, fue capaz de ver el intenso rubor en sus mejillas. Frunció el ceño ante esa imagen y bajó del auto para ir a su encuentro antes de que se alejara hacia la parada de colectivo.

—Lucía —la llamó.

Ella giró de inmediato al oír la inconfundible voz grave de su primo.

—¡¿Facu?! —exclamó, sonriente, y sin dudarlo, corrió hacia él para abrazarlo—. ¿Qué estás haciendo acá?

—Vine a buscarte. Hacía mucho que no te veía y tenía ganas de pasar un rato con vos.

—¡Era hora! —le reprochó haciendo un mohín—. Me tenés un poco abandonada.

Bloque de hieloWhere stories live. Discover now