Capítulo 22

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Ya había amanecido cuando la suave melodía de la alarma de su celular despertó a Facundo. Intentó apagarla como todos los días, pero esta vez no fue capaz de girarse ya que uno de sus brazos se encontraba atrapado bajo el peso de un cuerpo a su lado. Abrió los ojos, de repente, tomando consciencia de la situación. ¡Se habían quedado dormidos!

Cuando por fin logró apagarla, se dispuso a despertar a Paula. La miró por un instante antes de llamarla disfrutando de la maravillosa visión de ella semidesnuda en sus brazos. Le apartó un mechón de cabello que cruzaba su rostro y le acarició la mejilla con ternura. Era hermosa, pero no solo por la belleza de su rostro, sino por ella en sí misma. Por la gran determinación y fortaleza que la caracterizaban, por su absoluta entrega y vulnerabilidad que solo a él demostraba. Por su sencillez y ternura. ¡Dios, cómo amaba a esa mujer!

La sintió moverse tras su caricia y abrir los ojos despacio hasta encontrarse con los suyos que la observaban con devoción. Vio la adorable sonrisa que se formó en su rostro embelleciéndolo aún más, y se acercó para depositar un casto beso sobre sus labios.

—Buenos días, preciosa.

—Buenos días —respondió ella acariciándole el pecho con la yema de sus dedos.

Amaba despertar a su lado y sentir su calidez contra su cuerpo desnudo. Se sentía tan feliz... Pero pronto, la realidad volvió a hacer mella con sus emociones y dándose cuenta de lo que había pasado, se sentó en el acto en la cama.

—¡Mierda! —exclamó a la vez que se incorporó para comenzar a recoger su ropa del piso—. ¡Esto no puede estar pasando!

—Aún es temprano —le dijo Facundo en un intento por calmarla.

—¡No lo es! Perdón, pero tengo que irme. Van a saber que no dormí en casa de nuevo —se lamentó, preocupada.

—¿Quiénes?

—¡Todos! —se limitó a decir.

Sin darle tiempo a que hiciera más preguntas, lo besó de forma fugaz y salió de la habitación como una exhalación. Era primordial que llegase a su casa cuanto antes.

Tras pasar la reja principal de su propiedad, Paula asintió, a modo de saludo, hacia el guardia de seguridad que le había abierto y siguió avanzando hasta llegar a la gran casa

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Tras pasar la reja principal de su propiedad, Paula asintió, a modo de saludo, hacia el guardia de seguridad que le había abierto y siguió avanzando hasta llegar a la gran casa. Una vez dentro, se apresuró a subir las escaleras en dirección a su habitación. Mirta —su empleada doméstica— solía prepararle el desayuno todos los días a la misma hora y no quería retrasarse demasiado.

No sería la primera vez que llegara por la mañana a su casa tras quedarse trabajando durante toda la noche en la agencia, o muchas veces, incluso, por haber dormido en un hotel tras una fuerte discusión con su marido. Sin embargo, siempre le había avisado. Siempre, menos en esta oportunidad y temía que notara su nerviosismo.

Luego de una rápida ducha, se cambió de ropa y se maquilló de forma sutil, aunque efectiva, para cubrir las marcadas ojeras que, sin duda, reflejaban lo poco que había dormido. Sonrió ante el espejo al recordar lo que había estado haciendo en lugar de eso y necesitó inspirar profundo para calmarse. Solo su recuerdo aumentaba sus pulsaciones.

Bloque de hieloWhere stories live. Discover now