Prométeme que no harás ninguna locura

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Cass despertó el día de su cumpleaños alegre; ese viernes era el baile de navidad y no podía esperar a ver la cara de su nuevo amigo cuando le pidiera aquel favor a cambio. Salió del cuarto con el uniforme desacomodado y se dirigió directamente a una esquina solitaria donde él solía estudiar y allí lo encontró, con un libro entre las manos pero no parecía leerlo.

-¿Reg?- intentó llamarle la atención pero el muchacho no se movió- Regulus ¿qué te ocurre?- preguntó esta vez tomándolo del hombro y sacudiendolo. El joven Slytherin cerró el libro de prisa y la observó. Parecía preocupado.

-¿has visto a Sirius?- preguntó directamente.

-no, últimamente no lo veo muy seguido ¿Por qué? ¿necesitas hablar con él? puedo traerlo en un minuto- respondió extrañada pero complacida de que el menor comenzara a acercarse a su hermano.

-no, no te preocupes... solo un mal sueño- mintió-. ¿Qué necesitabas de mi?

-he pensado en el favor que quiero a cambio de nuestra mentirilla- respondió Cass sonriendo.

-¿por qué siento qué debería preocuparme por lo que pasa en tu cabecita?

-porque deberías hacerlo. He escuchado que no tienes cita para esta noche y, por esas casualidades de la vida, yo tampoco así que busca un traje y una corbata de color verde porque ese será el color que usaré- informó.

-¿Te has vuelto completamente loca? ¿Qué diré a los Slytherins?

-que te he prometido una buena compensación, no puedes decirme que no Reg- respondió con rapidez antes de besar a su amigo en la mejilla. Ella lo frustraba y exasperaba, era impredecible.

Dió un pesado suspiro y agitó la cabeza intentando quitar todo aquello de su mente y volvió a abrir el libro por la misma página para abrir un trozo de pergamino que lo había mantenido despierto buena parte de la noche. Con letra prolija y elegante, propia de un Black, decía:

Regulus:
Sé que crees que te abandoné y lo entiendo, pero no quise hacerlo, juro que no quise. Me hubiera quedado allí hasta que tú me echarás pero no pude hacerlo, no podía quedarme más en esa casa. Preguntaselo a nuestro padre, pensaba avisarte que no volvería para las siguientes vacaciones pero las cosas salieron mal y no tuve opción.
Lo siento Regulus, sé que al entrar en Gryffindor dejé que todo el peso de la tradición cayera sobre ti pero quiero que sepas que no tienes que respetar la tradición si no está bien para ti. No vendrá sin sacrificio pero te aseguro que habrá personas que te apoyen aún en esos momentos.
Te quiero pero creo que es tiempo de que deje de tirar de tí y te deje elegir tu camino. Consultalo y piensalo muy bien. No me estoy rindiendo contigo, espero que elijas lo correcto, confío en que lo harás, pero no tengo más fuerzas para luchar por ti en contra de ti mismo. Te dejo en tus manos y en manos de Cass; puedes confiar en ella y espero que sea un ejemplo mejor y más fácil de seguir de lo que lo soy yo.
Siempre serás mi querido y cabezota hermanito menor.

Sirius.

James despertó, alterado, por los sacudones de Remus. Estaba ya pensando en qué grosería podía decirle cuando el licántropo comenzó a hablar agitadamente, preocupado y con el miedo en los ojos.
-Es Sirius, no está en su cama y ha dejado cartas. He visto que Pete tiene una en su mesa de noche, yo tengo esta y estoy seguro de que tu también debes tener una. Para cuando llegué ayer de la ronda de prefectos él estaba en su cama, o al menos las cortinas estaban cerradas. Me preocupé porque el tiempo estaba horrible, había truenos y rayos y se que no le gustan; recuerdo que se pone muy nervioso y llora cuando es Canuto así que intenté abrir las cortinas para asegurarme de que estaba bien o, si no, para llevarlo a las cocinas y comer algo y comenzar a arreglar todo, pero las cortinas no se movieron, estoy seguro de que puso un hechizo. Pero hoy a la mañana estaban abiertas y no había nadie dentro y sabes que Sirius jamás se despierta antes que nosotros, antes que yo- dijo todo aquello de carrerilla, sin detenerse ni para respirar. Lo primero en lo que pensó James fue que no era posible que hubiera dicho todo eso en menos de un minuto, luego lo observó con los ojos abiertos tratando de que su cerebro procesara toda la información tan rápido como era posible a las seis de la mañana.
Tanteó la mesa de noche en busca de sus anteojos sin los cuales todo el mundo era un gran manchón borroso pero sus manos dieron primero con un pergamino. Lo tomó en una mano y se colocó los lentes con la otra para bajar la vista hacia la carta escrita con la estilizada letra de Sirius.

DarknessWhere stories live. Discover now