No te hubiera perseguido de no haberme tratado de zorra

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La profesora Mcgonagall entró a su despacho exhausta, necesitaba las vacaciones de Navidad más que ningún otro profesor o alumno, estaba agotada por lo que se apoyó contra la puerta cerrada y dió un suspiro repitiendose que esa noche había sido el banquete de navidad y solo le quedaban unos días antes de que la mayor parte del alumnado se fuera a casa; no eran todos los alumnos los que la dejaban extenuada sino cuatro en particular... o, pensándolo mejor, solo dos.

Abrió los ojos lista para sentarse en su escritorio a trabajar cuando descubrió la sorpresa que la esperaba justo frente a ella, una réplica exacta de sí misma la estaba esperando allí, con los brazos cruzados sobre el pecho y el mismo rictus de desacuerdo en los labios.
Minerva Mcgonagall negó con la cabeza al principio, condenando aquella descabellada travesura pero luego no pudo evitar sonreír, sabía a la perfección quienes lo habían hecho, primero que nada porque no existía, en la escuela, ningún otro alumno que se atreviera a entrar en su despacho sin su autorización; segundo, porque a nadie más que a ellos se le podría haber ocurrido aquella estupidez y hubiera decidido que valía la pena realizarla; y tercero, porque su recipiente de tritones de jengibre estaba claramente más vacío que como lo había dejado.
Sacó de su túnica el pergamino que había recibido la noche anterior y lo desdobló; no se había despegado de él en todo el día y no creía dejarlo lejos por mucho tiempo, por no decir nunca.
Con tinta negra y letra estilizada, decía:


16 de diciembre de 1976


Querida profesora Minerva Mcgonagall:


No se asuste, no es una despedida sino un gracias.
Lo sé, podría haber elegido cualquier otra noche y ahorrarle el disgusto pero de haber esperado usted jamás la habría leído. Decidí ponerlo todo en palabras escritas en vez de hacerlo cara a cara y entregarlo ahora que he reunido el coraje necesario como para hacerlo.
Me he dado cuenta de que no me sirve de nada -exceptuando hacerme daño- el hecho de vivir pensando en mi familia, o en las personas a las que me he visto obligado a llamar de esa manera; me he dado cuenta de que soy yo quien elige a quien querer y a quien no de la misma manera que elegí decirle a James hermano al igual que Regulus porque los quiero de la misma manera y que si mi hogar es Hogwarts no tengo por qué renegar de ello ya que es aquí donde me siento cómodo y donde puedo ser yo mismo sin tener que cuidarme las espaldas por lo que a mi madre le pudo haber disgustado.
Me he dado cuenta de que me comporté como un egoísta porque no soy el único implicado en la decisión que estaba tomando; no tengo el derecho de pensar o sentir por mis amigos y no quiero condenarlos a ellos por un error mío; recién ahora soy consciente de lo estúpido que estaba siendo.
Para que lo tenga en cuenta la próxima vez que se encuentre con un alumno en mis mismas condiciones solo le tengo dos consejos: primero que nada no prometa no meterse en su vida, conmigo ha funcionado pero ¿qué hubiera ocurrido si hoy discutía con mis amigos otra vez? probablemente hubiera olvidado todo lo que me ha dicho y me hubiera lanzado desde la torre de astronomía sin pensarlo dos veces. Y segundo, abrácelo, puede que solo necesite contención y librarse, por un rato, de todo el peso que tiene en la espalda porque puede que recuerde solo un tercio de toda la conversación, después de todo estaba intentando esconderme en mi caparazón y los caparazones son muy duros, pero no es el cascarón el que recibe el afecto y todos necesitamos recordar, de vez en cuando, que hay alguien detrás nuestro preparado para levantarnos si nos caemos, que no estamos solos y fue usted quien me lo hizo notar anoche; fue usted la que rompió el caparazón que había hecho para mí mismo lleno de pensamientos tristes y sentimientos oscuros y me sacó de allí mostrándose que había otro lado, un lado que me había negado a ver.
Tenga en cuenta que somos seres humanos y vemos lo que queremos ver para sentirnos como nos queremos sentir y, al parecer, lo único que yo quería ver era todos los motivos por los que debía rendirme en vez de ver la otra infinidad que existían para volver a ponerme de pie.
Gracias por no dejarme cometer la estupidez de mi vida, o la última estupidez de mi vida, y busque paciencia de donde la pueda encontrar porque una vez que los merodeadores volvamos a estar juntos, va a arrepentirse de haberme detenido.
Nunca voy a olvidar lo que hizo por mi.
La quiero, aunque no lo crea.

DarknessWhere stories live. Discover now