Darkness

No dejes que te maten

El silencio se le antojó espeso, normalmente estaba acostumbrado a la rigidez que demandaba ocupar el sitio que le había sido asignado; al silencio, la putrefacción y el frío que parecía brotar de las mismísimas paredes oscuras de la casa. Le extrañó ver que Rabastan tampoco se veía muy cómodo, quizás no le atraía la idea de tener que pasar todo el día viendo el rostro del "amigo" que había decidido torturar.

-¿es verdad que el traidor de mi primo está ahora con una sangre sucia, Regulus?- preguntó de repente Bellatrix. Por un segundo el muchacho creyó que escupiría lo que tenía en la boca.

-¿por qué debería saberlo? fue expulsado de la familia, ¿no es cierto? él ya no importa- logró responder con algo de esfuerzo.

-bueno, pues si importa porque la niñata esa ha intentado enfrentar al señor tenebroso. La muy necia descubrirá muy pronto donde se ha metido, obtendrá lo que merece- continuó hablando la muchacha-. Como mínimo, le espera algo como lo que le pasó a los Potter, ni siquiera fueron capaces de defenderse- continuó hablando con una sonrisa-. Se siente bien poder hablar con libertad ahora que ya no está el traidor de tu hermano.

-el traidor de tu primo- corrigió Regulus con una sonrisa falsa, viendo las malas intenciones de su prima como a la luz del mediodía.

-¿Qué le ocurrió a los Potter?- preguntó Druella a su hija, pues al parecer la mujer no tenía tiempo de detenerse a leer los periódicos.

-están muertos madre, aunque creo que les hicimos un favor, estaban en un estado pésimo- se burló la bruja sin notar la palidez creciente en el rostro de su primo menor quien intentaba con todas sus fuerzas actuar como lo hacía normalmente-. Eso es lo que les pasa a los que no quieren aceptar el progreso, a los que niegan la supremacía de la sangre pura, de la sangre mágica.

Regulus entonces tuvo que tragarse todo lo que quería responderle a su "adorable" prima, cosas como que el idiota al que tanto veneraba era un psicópata mestizo que despreciaba a su propia madre por haberse enamorado de un muggle y odiaba a su padre por ser muggle y haber abandonado a su madre al descubrir que lo había hechizado. Pero no podía decirle nada, solo podía mantenerse en silencio y huir tan pronto como tuviera la oportunidad.

Sintió una mirada sobre su rostro y buscó su origen, descubriendo los ojos de Rodolphus Lestrange viendo directamente a los suyos. Luego se acercó a Rabastan y le dijo algo al oído que el menor de los Black no fue capaz de oír pero que lo hizo sacudirse con un escalofrío.

-¿te sientes bien Regulus?- preguntó Orion desde la punta de la mesa.

-hace algo de frío aquí ¿no?- preguntó dudoso, sintiendo que podía comenzar a temblar en cualquier momento.

-sube a la sala, Kreacher ya debe haber encendido el hogar- ordenó su padre.

Agradecido por la escapatoria que se le había presentado, Regulus inclinó la cabeza como signo de respeto hacia su padre y se apresuró a llegar a las escaleras antes de que cambiara de opinión.

-yo también subiré, Regulus tiene razón, aquí hace frío- dijo la voz de Rodolphus haciendo que el más joven deseara morir en ese instante, si Bella era peligrosa, Rodolphus se llevaba el cercano segundo lugar.

Subieron las escaleras en silencio y Rodolphus se encargó de cerrar la puerta de la sala para que nadie los molestase antes de acercarse al hogar donde ardía el fuego lentamente; aquello no hacía que la casa se viera menos tétrica, húmeda y tenebrosa pero al menos era una fuente de calor y con las temperaturas exteriores era toda una bendición; probablemente era una de las pocas cosas por las que Rodolphus aún no había exigido volver a su casa, sin embargo no era la más importante. El mayor de los Lestrange no quería estar solo en casa, con Bellatrix como única compañía, en un hogar tan frío y desolador como el de Regulus. Se preguntaba si de haber conocido otra cosa pensaría diferente pero últimamente intentaba mantener esos pensamientos alejados porque lo más importante era mantenerse vivo y mantener vivo a su hermano menor.