Osadía

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Aprender de nuestro dolor, de nuestra historia, de nuestra niñez, de nuestra época, pero sobretodo aprender de nuestras raíces, raíces asumidas por la sangre que tenemos y que no vemos es tratar de aprender de lo que hemos olvidado. Olvidamos a los millones de hermanos que necesitamos y que alejamos, y entonces, vamos cargando con la culpa del ego y los restos del colonialismo, cargamos con barreras de desconfianza inútil pero entendible, con una corrosiva palabrería y con una intolerancia malvada.
Porque para gastar podemos enterrar el oro y la plata y convertirlos en consumo cada hora, y para engordar nuestros bolsillos cometemos errores divertidos para el infierno; pero para espesar nuestro cerebro solo podemos ser inútiles y cansarnos de lo que importa, porque nos cansamos de lo que parece inalcanzable, eso que resulta ser más acuoso que cualquier otra cosa, y aun así... seguimos cansados.
Somos capaces de esconder las tormentas, los pasados inconclusos y hasta los rumores que son ciertos, pero somos incapaces de ocultar nuestra propia miseria, nuestra cobardía frente a la fuerza de las decisiones. Nos jactamos de la facilidad para evadir lo que el camino al final reconoce como pendiente, y así pasamos la vida, zigzagueando sin motivos, convirtiéndonos en esclavos de pasos ajenos e imitaciones baratas.
Y volvemos a soñar con la libertad, pero es que la crisis de la libertad está en nuestras manos, desmenuzándose entre la ignorancia de lo que no queremos ver y aceptamos sin ningún filtro. Y buscamos volar sin alas, mejor, con alas robadas que nos ayuden a subir fácil, sin esfuerzo, pero al final son solo eso, alas prestadas.
Y entonces ni siquiera queda tiempo...para vivir.  

PUNTOS SUSPENSIVOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora