Guerra

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Podré caminar entre las espinas tratando de buscar la manera de entender cómo funciona la naturaleza, siempre he pensado que aun cuando es más doloroso, resulta más fácil que tratar de entender el sinsabor de la guerra, incluso a la guerra misma. Y de la guerra a la envidia generada por ésta, porque allí donde empiezan a aparecer charcos de sangre se van desmoronando los ideales, la comunidad, la sociedad.
De la guerra sus almas podridas por la violenta convicción de muerte como refugio y de la misma, sus ignorantes huestes que siguen al ritmo del himno de la podredumbre. Porque para perderse en la ciudad de las balas no hay que ser tonto, hay que ser inquieto, pero no inquieto de conocimiento sino de frialdad, porque seguramente, quienes se atreven a disparar mirando a los ojos han de estar congelados. Y no hay disparos desde la tierra, porque la tierra nos cobija a todos, los disparos vienen desde los que creen estar en el 'cielo', en el que se resguardan la avaricia y la oscuridad para tomar forma de hombres.
Para la beligerancia hemos convertido en números desde hace mucho tiempo, ceros que crecen todos los días manipulados al antojo de "la mano invisible" que establece el vínculo entre la expiración y la injusticia. Entonces, sigo sin entender a la guerra, aún busco entender a la naturaleza y poder por lo menos hallar un sentido en el que ella, si no somos nosotros, prometa con rencor que esos que desde su propio cielo o infierno mutaron injustamente en hombres, declinen.
Y le atribuyo al infierno de la guerra la eternidad de las miradas ahogadas en lágrimas de quienes ni en una década conocieron el mundo, me tomo el atrevimiento de atribuirle la infinita ignorancia de sus protagonistas y el dolor de sus antagonistas que son más. Le atribuyo la perdida del sentido de la vida, la riqueza de las risas y el color de los jardines oscurecidos por la bruma en cadena que va matando indiscriminadamente las luces de la esperanza. Y nos enclavo a nosotros mismos, que sin poder ver más allá del terror nos quedamos inmóviles.
Hasta el final de nuestros días, hasta que la marea del oro se calme, hasta que no haya más que buscar necesidades ajenas, hasta que todo eso termine, seguiremos en guerra. Y aun cuando todos los días puedan ser el último, podrán también ser el mejor o seguir siendo el peor.  

PUNTOS SUSPENSIVOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora