El último día

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Entonces tuvo su último día, y como esperando, los versos bonitos y las palabras de amor que vienen de ninguna parte y sin ninguna razón fueron lo único que pudo decir, porque fue su último día, solo por eso no hubo más que amor. Se llevó consigo la gran carga de no poder decir lo que realmente merecía decir, iba a morir de todas maneras. Pero es que al mundo hay que alimentarlo de palabras adornadas que no desaten ni la cinta de un pequeño moño.
Se fue como quien espera que llegue el bus, se fue esperando, diciendo nada y llorando todo, porque cuando quiso decir lo que necesitaba recordó la burocracia de la hipocresía y entendió que miles aún se quedaban, que esos miles eran íntegros por un poco más de tiempo. Pero ¿qué importaba la integridad?, porque morir sin pena también habría podido ser digno, porque seguramente hubo mucho más que decir, porque ya no había necesidad de enamorar.
Y es que su último día fue el último día para todos menos para sí, porque su último día ya había sido hace mucho, desde que tuvo miedo, desde ese primer momento en el que decidió rendirse ante la verdad y la avaricia. Durmió en su tumba tal cual como querían verle, maquillaje en capas irregulares, felicidad acomodada y corazón opaco, así se fue.
Los vestidos se repartieron, rasgadas quedaron las telas que alguna vez vistió y las pinturas solo recordaron su firma. Se fue sin saber qué era el mundo, quién fue él y quiénes fueron las sombras que lo persiguieron más que los malos recuerdos. Se fue sin saber que los días nunca fueron gratis.  

PUNTOS SUSPENSIVOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora