Desastre natural

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Como cualquier otro día, nos vamos convirtiendo en seres que luchan contra corrientes injustas, contra mareas perdidas y sobre todo, contra la inmensidad de océanos ajenos. Y el resultado que dejan las fuertes oleadas siempre es el menos conveniente porque además de lastimar nuestro orgullo, se lleva todas las emociones a su paso.

El destierro de nuestra comodidad llega cuando las palabras duelen y las heridas están creciendo, la coincidencia del desastre con la ironía del amor se nota cuando la vida llama a la puerta y pide una respuesta efectiva a los errores que sin remedio, van pidiendo lugares prohibidos. Y caídos ante la incoherencia de lo que podamos sentir sin ser verdad, vamos quedando vulnerables frente a la fuerza del tiempo, tan natural como sus acciones.

Pero la ansiedad recupera las herramientas que solemos perder durante la tormenta y el puerto al que llegamos rodeado de vida, nos regala siempre ese amanecer.

El sol apunta a las pupilas y penetra sus rayos hasta que el inconsciente recupera su iniciativa, la arena que quedo en los bolsillos da estabilidad a los pasos que habrá que dar de nuevo mientras los pies vuelven a acomodarse al mundo y una vez de pie, erguidos, volvemos a esquivar la ondulación del agua.

También ahí están los sentimientos, esos que avergonzados por la pérdida y el desastre, tienen que buscar a través de los sentidos, de nuevo, la conexión que penetre en las fibras del corazón y de la razón. Se juega de nuevo al gato y el ratón, comienza la guerra de poderes entre lo que se debe y lo que se tiene que hacer, dignidad creo que llaman a eso.

Y luego allí estamos, en la cima del desastre, desde un punto tan alto que el cielo acaricia con las nubes nuestro pelo, podemos darnos cuenta de lo que significa estar destruidos y luego, poder idear la manera de unir de nuevo las piezas que quedaron incompletas. Convertidos en materia prima, nos vemos obligados a crear un fresco punto de partida para sembrar raíces generadas por nuestros pasos firmes. Y ahí, disparando sin objetivo, buscamos de nuevo la locura para pertenecer al orbe que nos reclama cordura sin justa medida.

PUNTOS SUSPENSIVOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora