Capítulo III

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Amaia se quedó paralizada al reconocer la voz que provenía del otro lado de la puerta. Sabía que era una posibilidad, pero no se había imaginado que se materializaría. Dudo unos instantes antes de abrir la puerta, pero la situación era como quitarse una tirita. Cuanto más rápido, mejor. Despacio, movió el pomo y la abrió, quedándose quieta en el umbral. ¿Qué tenía que hacer? ¿Entrar? ¿Esperar a que la invitase a pasar? Alfred, extrañado por tanto silencio, despegó los ojos de la pantalla y la boca se le secó al reconocer a la persona en la puerta de su despacho. Allí estaba ella. Más adulta, más madura, pero con los mismos ojos oscuros que revelaban sus emociones. Y ahora sabía que estaba asustada.

Amaia avanzó un paso, dejando el espacio suficiente para cerrar la puerta tras ella. No sabía muy bien cómo empezar. Comenzó por mirarle. Había cambiado, no mucho pero el paso de los años hacía mella en él también. Sus rizos alborotados habían dejado paso a un corte de pelo más... adulto. Se marcaban algunas líneas de expresión en su frente y en su sien, no exageradamente, pero Amaia se percató de ellas. Había memorizado cada centímetro de su piel y eso no se olvida ni en cinco años. Las gafas de pasta eran un intento de aportar juventud a sus ya largos treinta, al igual que los primeros botones de la camisa desabrochados. Inconscientemente, sonrió al volver a ver la peca en su mejilla izquierda.

—Amaia...— carraspeó antes de continuar— Digo, señorita Romero, no esperaba verla por aquí— Así que la cosa va de formalismos, ¿no?

—Yo tampoco, profesor García— contestó ella, manteniéndole la mirada. Hacía mucho que no decía ese nombre en alto.

—Pase, puede sentarse— le invitó al señalar una de las sillas vacías al otro lado de la mesa y Amaia se sentó, mirándole a los ojos. Ninguno de los dos sabía si el otro iba en serio o solo era otro juego de los tantos a los que estaban acostumbrados— Así que usted será mi nueva profesora asistente, ¿no?

—Eso parece— cruzó las piernas y dejó la carpeta que llevaba en la mano en la mesa— Cuántas vueltas da la vida, ¿no?

—Qué me va a contar usted, señorita Romero. De suspender historia a enseñarla, qué cosas— rio Alfred y Amaia frunció el ceño. ¿La estaba vacilando?

—Ya ve, dicen que hay profesores especiales que pueden determinar casi determinar el rumbo de su carrera profesional— suspiró ella— Depende de su capacidad para enseñar y... transmitir.

Alfred estaba casi sudando ya. Menos de cinco minutos en la misma estancia y ya casi se había olvidado de su nombre. Cinco años sin verla, tratando de olvidarla, enterrándola entre recuerdos y... todo su trabajo a la mierda. Desde ese momento, fue consciente de lo complicado que sería volver a sacarla de su vida. Él quiso convertirla en una más, pero el destino, el mundo o cualquiera de esas tonterías que en las que cada vez era menos reacio a creer había decidido que eso no era posible. Al final, iba a resultar cierto lo que pensó cuando se habían conocido, ocho años atrás: eran dos imanes, por muchos kilómetros que les separasen siempre iban a volver a estar juntos. Como un boomerang eterno.

—Pues me alegro entonces de que se topase con un buen profesor— alzó las cejas y volvió su mirada al ordenador para terminar de teclear algo— No me ha dado tiempo a revisar su currículum, pero supongo que si está aquí es porque estará realizando la tesis sobre algún tema relacionado con la asignatura...

—Feminismo en Europa en el siglo XIX, sí— le interrumpió ella. En el fondo le dolía que no le hubiera seguido algo la pista como sí había hecho ella con él— Algo más concreto, pero esa es la línea general.

—Ajá... — cogió un bolígrafo y apuntó algo en un papel en blanco, llevándoselo luego a la boca. Justo como hacía ella cuando estaban en su clase y a él le volvía loco. Le encantaba mirar cómo se distraía con él y su lengua y se imaginaba con qué otras cosas podría jugar— La verdad es que ya tenía las lecturas obligatorias para los seminarios escogidas, pero puede revisarlas y sugerir algún cambio...

Turnedo |AU- Almaia|Where stories live. Discover now