Capítulo XIV

2.6K 186 70
                                    




           

La primera semana de vuelta a la universidad después de las vacaciones de Navidad había terminado ya y Alfred no había visto a Amaia aún. Sabía que había vuelto al trabajo, por las mañanas siempre se encontraba en su despacho algún papel o algún email de ella, pero nunca la veía aparecer. No sabía si era intencionadamente o simplemente no coincidían sus horarios, se inclinaba más por la primera opción pero prefirió no darle demasiada importancia. Y el viernes a las siete de la tarde cerró la puerta de su despacho con llave para empezar a disfrutar su primer fin de semana solo por primera vez en muchos años.

Apagó el motor del coche y cerró la puerta del garaje con el mando antes de salir. Daniel iba a pasar el fin de semana en el Big Sur con uno de sus amigos del colegio y él estaba deseando estar esos dos días solo. Tenía muchos planes: volver a tocar el trombón, salir a pasear por Marin Headlands e ir por fin a Rodeo Beach para ver la playa de arena negra, o simplemente sentarse a leer con la chimenea encendida. Apagando el móvil hasta la mañana siguiente, subió sin demasiada prisa las escaleras hasta la primera planta, pero se asustó al escuchar ruidos provenientes de la cocina. Dejó la cartera y la americana en el salón y caminó hasta la cocina, despacio y con mucha precaución.

Iba a lanzarse corriendo sobre el invitado no deseado que estaba en su casa, pero suspiró aliviado al reconocer la melena castaña de Emily. Estaba de pie frente al fregadero, sirviéndose un vaso de agua de espaldas a Alfred. Al escucharle llegar, se tensó y poco a poco se dio la vuelta para mirarle. Sus ojos azules se clavaron en Alfred. Se fijó en sus ojeras, su mirada cansada y sus manos temblorosas y corrió hacia él para abrazarle. Alfred no supo cómo reaccionar. ¿Tenía que fingir que no había pasado nada cuando había estado más de tres semanas desaparecida? Era el momento de poner las cartas sobre la mesa.

—Lo siento...— susurró ella contra su hombro, abrazándole con fuerza— Tenía que pensar, estar en casa... Lo siento, Alfred— se separó un poco para mirarle y Alfred acaricio su mejilla, mordiéndose el labio. Por tercera vez en menos de un mes, iba a tener que enfrentarse a otra conversación tras la que se sentiría destrozado emocionalmente, pero que era sumamente necesaria en los pasos que estaba dando para, por fin, marcar un rumbo estable en su vida.

—Emily... Tenemos que hablar. De muchas cosas— soltó él sin pensar demasiado. Necesitaba quitarse esa losa de culpabilidad cuanto antes y hoy era el día adecuado. No quería que Daniel le viese derrumbarse de nuevo.

Emily se quedó en silencio, sin saber muy bien qué contestar. Se había planteado varias veces durante su retiro que fuese Alfred quien pronunciase esas palabras. Sabía que algo no iba bien entre ellos desde que había empezado de nuevo el curso. Su hermana, a la que nunca le había agradado demasiado Alfred, le había repetido hasta la saciedad que había otra persona en su vida. Ella no había querido escucharla. ¿Cómo iba su Alfred a tener a otra? Simplemente estaba pasando por una de sus épocas malas, solo que esta vez se estaba alargando demasiado. Y si él era el que quería hablar... ¿Quizás tenía su hermana razón?

Alfred se apoyó en la encimera y bajó la mirada a sus mocasines marrones. Emily, frente a él, se arrimó al fregadero, con los brazos cruzados. La cocina parecía un ring de boxeo y ellos dos luchadores esperando para ver quién asestaba el primer golpe. El silencio reinaba en la sala, solo se escuchaba el viento azotando a los árboles del jardín y alterando al mar de la bahía. Se miraron. Y Emily fue la primera en dejar escapar algunas lágrimas.

—¿Por qué no me has cogido el teléfono? Estaba realmente preocupado, desde que te fuiste a casa... No sabía nada de ti— comenzó a Alfred, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Necesitaba tiempo para pensar, para mí. Las últimas semanas habían sido una locura en el trabajo y en casa y me sentía demasiado agobiada, incluso para hablar contigo. Tenía que aclararme sobre ciertas... cosas— respondió ella, jugando con sus dedos, sin mantenerle la mirada.

Turnedo |AU- Almaia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora