Capítulo XXII

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La primavera ya había llegado a San Francisco y, después de dos largas semanas de nubes grises y lluvia el sol había vuelto a brillar. A Amaia le encantaban los días soleados, especialmente cuando tenía que conducir. Las interminables cuestas de la ciudad se volvían un caos con tan solo dos gotas de agua, al igual que su mente en esos instantes. Decisiones, decisiones y más decisiones... tantas por tomar y tan poco tiempo por delante. Sentía el aliento de Alfred en su nuca, esperándola. En su imaginación, él estaba sentado en la butaca del salón. En el silencio más absoluto. Mirándola, con sus ojos castaños penetrando hasta lo más profundo de su interior. Y ella se hacía más pequeña con cada segundo que pasaba.

No tenía miedo, o al menos a él directamente. Lo que realmente temía era su reacción cuando ella desapareciese tras los arcos de seguridad del aeropuerto, sin saber si podría utilizar su billete de vuelta. Sabía que había intentado entenderla, que la quería y deseaba lo mejor para ella. Sabía también que la dejaría ir, porque la decisión final siempre sería suya y que la esperaría hasta que pudiese regresar. Pero tampoco podía olvidar la promesa que le había hecho en Montana. Hace ocho años dijimos que hasta se caiga el cielo, ¿no? ¿Y si el cielo se había caído antes de tiempo? ¿Y si al tocar el suelo, se había roto en mil pedazos? ¿Y si cada uno de esos pedazos se había clavado en ellos, tan profundamente que resultaba imposible sacarlos?

El coche se detuvo frente al colegio de Daniel y ella suspiró, frotándose un ojo. Estaba cansada, agotada, casi demacrada. En las últimas semanas había adelgazado tanto que hasta el anillo que le había regalado Aitana al irse de Madrid le quedaba excesivamente grande. Las ojeras eran tan prominentes que ni siquiera el maquillaje podía cubrirlas por completo. Alfred había intentado hablar con ella demasiadas veces, pero ella siempre acababa rehuyendo el tema. Un no pasa nada, es solo la presión de la tesis, un ¿estás segura?, un beso y vamos a dormir, que se ha hecho tarde era lo único que conseguía él de ella cada vez que sacaba el tema. Ella era plenamente consciente de que él sabía que no estaba bien, que no estaban bien pero confesarlo en voz alta era más difícil de lo que parecía. Al decirlo en voz alta todo se volvía más real, tan real que dolía.

Se bajó del coche, cerrándolo antes de cruzar la calle y se paró frente a la puerta principal, un poco apartada del resto de padres. No era la primera vez que iba pero nunca antes había estado sola ahí y sintió que todas las miradas curiosas de las madres se posaban en ella como pequeños puñales. Claro que sabían quien era, la tercera conquista de Alfred García, el misterioso profesor de Berkeley. La primera, muerta en un sospechoso accidente de tráfico. La segunda, desterrada de San Francisco. ¿Qué pasaría con la tercera? Por esas comparaciones estúpidas odiaba ir al colegio. Si había algo en el mundo que Amaia odiase eran las comparaciones. Consecuencias de ser la última de tres hermanos, suponía.

A las tres en punto, bajaron corriendo las escalaras de la entrada los alumnos del centro. Entre bermudas, camisas blancas, corbatas rojas y mocasines, Amaia consiguió localizar a Daniel y le hizo un gesto para que se acercase. Al reconocerla entre la multitud, esbozó una amplia sonrisa y corrió hacia ella, lanzándose a sus brazos al llegar a su altura. Ella besó su frente antes de separarse y le abrochó los últimos botones de la cazadora para que no le cogiese el frío tras coger su mochila.

—¿Qué tal en clase hoy? —le preguntó Amaia, dándole la mano mientras caminaban hacia el coche—. ¿Cómo te ha ido el examen de matemáticas?

—Muy bien, creo que sacaré muy buena nota —comentó el niño emocionado y Amaia alzó su mano para que Daniel se la chocase y ambos rieron.

—Entonces podemos ir a celebrarlo hoy, ¿qué te parecería ir a merendar a donde fuimos con papá después de tu festival de ballet hace un par de semanas? —propuso ella, abriéndole la puerta de atrás del coche para que entrase.

Turnedo |AU- Almaia|Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang