Parte 21: EL SUSPENSO

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Lincoln no tuvo que decidir si debía decirle lo que sabía a Lori o no. Pero si las cosas iban a acabar tan mal, le habría gustado que las opciones nunca hubieran existido en un principio.

Al día siguiente, Lincoln fue a la escuela. Entre sus amigos había una silenciosa concordancia de no hablar de su reciente secuestro. Se sentían bastante extraños estando ahí sin Nikki, pero era algo a lo que se tendrían que acostumbrar.

El día transcurrió con lentitud, como sólo las clases de matemáticas, ciencias y español seguidas una de las otras saben lograr. Más que aburrido, el albino aguardaba el momento en que sonaría la campana anunciando la hora del almuerzo. Cuando por fin sonó, fue de los primeros en llegar a la cafetería. Su aspecto sugería cansancio y desesperación. Al llegar, sus amigos no se encontraban mucho mejor: hartos de ejercicios interminables y de oraciones, verbos y adjetivos que llevaban aprendiendo desde la primaria y que nunca usarían, ansiaban aunque sea un ligero refrigerio antes de continuar las clases.

Mientras masticaba su emparedado, Lincoln sintió una mirada fijada en él. Al levantar la vista, vio a Ronnie Anne, quien apartaba la mirada muy tarde.

- ¿Qué pasa? -preguntó el albino.

- Nada.

La sospecha le hizo pensar en Bobby, y en lo que ocultaban él y su familia.

- Ronnie... ¿Qué pasa en...?

RRRRRRIIIIINNNNGGGG

- Vaya, ya es la hora de clases -dijo rápidamente Ronnie- Vamos, patético.

Lincoln decidió dejarla... por el momento.

El resto del día, al contrario que la mañana, pasó mucho más rápido. Tenían educación física, y aunque era agotador, se pasaba rápido. A menos que jugaran...

- ¡QUEMADOS!

El entrenador les puso el temido juego de quemados, odiado por todos, especialmente los gordos, ya que apenas y podían esquivar las pelotas.

Lincoln y sus amigos no eran la excepción, aunque Casey esquivaba mucho mejor que la mayoría. Una dolorosa media hora después, los chicos salieron con moretones por todo el cuerpo, y los músculos aullaban suplicando un descanso.

- Al menos haremos algo de músculo -murmuró Sameer.

Ya que el entrenador solo ponía a jugar ese juego a los muchachos, las chicas miraban y animaban a una distancia prudente, claramente aliviadas de salvarse de esa locura. Por eso se encontraron a Ronnie riéndose de ellos al salir del vestidor.

- No te burles -gruñó Lincoln- O jugaremos esto entre nosotros cuatro, todos contra ti.

- Qué valientes -se mofó Ronnie, sin asomo de miedo.

Por fin habían acabado las clases, así que podían relajarse un poco.

- Lo lamento, chicos -dijo Ronnie, viendo su celular- Pero mi hermano dice que me va a recoger ahora, nos vemos mañana.

- Está bien -dijo Casey.

- Adiós -se despidió Sameer.

Lincoln se detuvo un momento, queriendo hablar con su amiga y averiguar qué estaba pasando. O al menos confirmar lo que sospechaba.

- Los veo luego, chicos, quiero hablar con Ronnie Anne un momento.

Sin dejarlos responder, Lincoln se alejó. Siguió de cerca a la morena, viendo como metía sus manos en su suéter violeta y caminaba sin prisa por la acera. La siguió. Unos minutos después, un auto se acercó y se abrió la puerta. El albino alcanzó a ver a Bobby en el asiento del conductor. Sin embargo, llevaba un tiempo sin verlo, por lo que su cambio lo sorprendió. Se veía mucho más delgado, débil y pálido de lo que recordaba. ¿Tanto lo haría trabajar su nueva pareja?

Lo que nos unió al finalDove le storie prendono vita. Scoprilo ora