Parte 31: La felicidad

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A pesar de sentir pena porque sus padres no aceptaban su relación, la pareja fue feliz por mucho tiempo. Sin embargo, la verdadera felicidad llegó cuando Lori estaba tranquila en una tienda, unos meses después. Al ver una sección de quesos, le dio un antojo enorme, por lo que se acercó para probar unas muestras gratis. Sin embargo, al llevarse uno a la boca, le pareció que prefería un poco de mango. Sin saber porqué, fue a donde se hallaban las frutas. Y a mitad del camino se le quitó el hambre y quiso ir al baño.

- Qué raro -pensó, justo cuando todo se le quitó y siguió con sus compras.

No le puso atención a ninguna de esos asuntos. No se sentía muy diferente a lo normal, excepto tal vez por un ligero mareo. No obstante, todo el peso de la realidad le cayó sobre el alma cuando sintió unas náuseas repentinas, y eso que no había comido casi nada. Sintió miedo, emoción, nervios, ilusión y hambre, todo al mismo tiempo. En lugar de regresar directamente a su casa, fue a una tienda a comprar el preciado aparatito para hacerse la prueba.

Veinte minutos después, Lori se encontraba en el baño de su casa, viendo como las dos rayitas le daban una de las mejores noticias en toda su vida. Escuchó cómo la puerta se abría y se cerraba, indicando que alguien llegaba a la casa. Esperando que fuera su amado, corrió en su busca. Pero era Luan, quien llegaba de su última reunión con sus compañeros de teatro.

- ¡Luan! ¡Luan, Luan, Luan, Luan!

- ¡Wow! ¡Hola, Lori! ¿Por qué tanta emoción?

Le enseñó su prueba. Hubo unos segundos de silencio, luego interrumpido por el grito de emoción de su hermana comediante.

- ¡Lori, esto es fantástico! No puedo esperar a ver la cara que pondrá Lincoln cuando se entere.

- Yo tampoco. ¡Hay que hacer algo grande para que sea incluso mejor!

Como mejor idea, planearon toda una cita romántica hecha en casa. Por suerte, una de las ventanas tenía una vista increíble al cielo nocturno. Y por si fuera poco, ese día Lincoln llegaba tarde, haciendo quién sabe qué cosas, dándoles el tiempo suficiente para preparar todo.

Para impresionarlo y verse bien, Lori se puso uno de sus vestidos más flagrantes; entre ella y Luan la peinaron y arreglaron para que se viera mucho mejor. Unos deliciosos cortes de carne se asaban en la parrilla, mientras una bebida no alcohólica, pero algo fuerte, aguardaba en un balde con hielos. Unas rosas en un florero complementaban la vista. Aguardando en su cuarto, Lori oyó como Lincoln por fin entró en la casa. Luan lo recibió.

- Hola, Luan. Vaya, ¿qué huele tan bien?

- Hola, Lincoln. Una pequeña cena con tu amada te espera.

- ¿Pequeña...?

Sin dejarlo decir nada más, Luan lo tomó de una mano para que se cambiara. Lo bueno era que los hombres no se tardaban nada en estar listos, y en poco más de veinte minutos, Lincoln estaba más que preparado.

Lori apareció, vistiendo un precioso vestido azul claro, mientras Lincoln usaba un esmoquin negro que le sentaba perfectamente, una corbata roja y zapatos lustrados.

Mientras hablaban de lo que fuera, los dos comieron los cortes cocinados a la perfección, justo en su punto. La bebida les refrescó la cena, y las rosas le daban un toque romántico a la escena. Luan aguardaba pacientemente a que el tema saliera a la superficie, por lo que se emocionó cuando parecía que terminaban.

- Espera, Lincoln, tengo que decirte algo muy importante.

El albino, quien se levantaba, se detuvo.

- ¿En serio? Qué curioso, yo también tengo que decirte algo.

- Oh. Bueno, creo que lo mío debería ir al final, ve tu primero.

Lo que nos unió al finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora