Ser una venezolana no es fácil marica. Tienes que saber lo que es sobrevivir y a su vez cómo mantenerte diva, conformarte que lo más bello que puedes tener es al Brayan, el catire que vende las arepas de la cantina pero que es muy mayor para ti o si...
—Nena, ¿Has visto por aquí mi corbat...? —las palabras de Dylan fueron cortadas por un suspiro.
Dejé de mirarme al espejo y voltee para darle mi atención, su smocking azul oscuro le hacía lucir tan hermoso y su cabello peinado hacia atrás junto a aquellos lunares decorando su adorable rostro y sus labios rosados semiabiertos lo hacían ver lo que era al menos para mí, el hombre más hermoso del maldito mundo
—¿Qué? —pregunté al ver que me miraba con la jeta abierta— ¿Qué tengo en el cuerpo?
—Mi mirada, preciosa.
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Lo miré con una expresión de «¡Vergaaa!»
Dylan se echó a reír y vino a darme un beso, el olor a maaaaaaaacho me llegó al rostro y nawebona, les juro que lo empecé a oler porque a la vaina, olía riquísimo chama, me encantaba.
—Labias O'Brien, a la vaina —besé su mejilla recién afeitada, estaba muy suave— escribes un libro con ellas y serías más rico que el Jorjius
Él me obsequió una linda sonrisa.
—¿Un libro? Amor, no necesito publicar nada de eso, ya tengo a la chica de mis sueños para decirselas.
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Nawebona, se me aceleró el corazón horrible.
—Boom, Labias O'Brien ataca de nuevo —él se echó a reír— ¿Necesitabas algo?
—¿Algo? ¿Qué...?
—Entraste aquí preguntando algo pero te desviaste del tema.
Dylan frunció el ceño tratando de recordar qué vaina iba a preguntarme hasta que por fin se acordó
—¡Ah, si! ¿Has visto mi corbata?
—¿Hablas de la negra?
—Asi es
—¿La misma corbata negra que aún no has anudado pero que está colgando de tu cuello? —Dylan miró la corbata colgada alrededor de su cuello, puso los ojos en blanco— andas muy distraído desde hace días, ¿Sucede algo?
