S E I S

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Abro los ojos estando aún bajo el agua, miro a mi alrededor y pataleo para salir a la superficie, tomo una gran bocanada de aire cuando lo logro y gimo en voz baja ante el escozor en la quemadura en mi espalda y el dolor que la caída e impacto han dejado en mi cuerpo, miro hacia la orilla, entrecerrando los ojos, buscando algún indicio de la presencia de algún lobo, y comienzo a nadar con destreza, y cansancio, hacia allí. Una vez en ella me arrastro por la arena hasta quedar varios metros lejos del agua y toso, dejando caer mi cuerpo cansado, herido y mojado en la superficie arenosa, importándome poco el llenarme la mitad del rostro de arena.

Cierro los ojos al escuchar un trote constante acercarse a donde estoy, fingiendo inconsciencia, y me abstengo de temblar cuando un hocico se acerca a mí y comienza a olfatearme completa, tomo coraje cuando lo escucho gruñir y me giro, golpeándolo en la nariz con la palma de mi mano, utilizando toda la fuerza que poseo. Luego de eso intento levantarme, pero él me lo impide, cerrando sus fauces en torno a uno de mis brazos, suelto un alarido mientras la sangre comienza a manar de la herida y no intento soltarme, ya que eso desgarraría aún más mi piel.

¡Suéltala!—Aparto la mirada del lobo marrón y la centro en la masa gris que se abalanza sobre el lomo de mi captor, quien me suelta y ambos ruedan enzarzados en una pelea hasta el lago, el agua que los rodea no tarda en colorarse gracias a la sangre.

Shane, llévala a la casa. —Miro al enorme lobo negro de brillantes ojos dorados, quien se dirige a otro lobo de pelaje dorado, palidezco y me alejo.

— ¿Kristoff?—Susurro con un hilo de voz, impactada, mientras mi mente maquina miles de teorías incongruentes a toda velocidad.

¿Puedes escucharnos?—Asiento hacia otro de los lobos, quien tiene el pelaje del color de las almendras, comparte una mirada con los otros lobos. — ¿Cómo es eso posible?

Nadie responde debido a la intromisión de más lobos marrones, quienes gruñen y me miran con deseo, tiemblo y el lobo dorado salta hasta quedar a mi lado, tenso y preparado para atacar, el resto está igual.

No queremos pelear.

—Solo deseamos a la chica.

—Ella es nuestra ahora, lárguense. —Responde Kristoff, sonando furioso, miro al lobo dorado y salto a su lomo, no pierde el tiempo y comienza a correr de regreso al bosque, dando un mortal salto para pasar por encima de los intrusos.

—Espera un segundo, mi mochila, la necesito. —Susurro y señalo el lugar donde la dejé, lo escucho gruñir, pero hace lo que le pido, me inclino por su costado y recojo todo con rapidez, escuchando a un nuevo lobo venir tras nosotros.

¡Sostente!—Lo abrazo con toda la fuerza que me queda y él comienza a correr a toda velocidad, sorteando árboles y saltando por encima de rocas y troncos caídos, miro sobre mi hombro y maldigo al encontrar a nuestro perseguidor cerca.

Rebusco en mi mochila con frenesí, tomo un frasco pequeño de cristal con un líquido putrefacto dentro, quito el corcho protector y se lo lanzo al lobo, en cuanto entra en contacto con su piel aúlla y su pelaje comienza a caer, dejando su piel a carne viva. Mierda, qué dolor.

Instantes después llegamos a la casa de cristal, de la cual Artie y Jagger salen corriendo y me ayudan a bajar de Shane, gimo de dolor cuando posan una mano en mi espalda y Artie no tarda en tomarme en brazos, cuidando de no tocar mi herida.

— ¿Cómo te has hecho esto?—Exclama con horror cuando revisa la herida, me encojo de hombros, muda y cohibida al estar sin sujetador ni blusa ante dos especímenes masculinos.

—El lobo, él me protegió y resultó herido. —Balbuceo y tenso mi agarre en la mano de Jagger cuando Artie comienza a limpiar la herida con agua oxigenada y algodón. —Yo solo... toqué la herida y... mi espalda comenzó a doler. ¡Maldición, Artie!

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora