C U A R E N T A y T R E S

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Vuelvo a la vida una eternidad después. Permanezco con los ojos cerrados mientras mis latidos se normalizan y mis pulmones vuelven a producir oxígeno, muevo un dedo de cada mano, probando su motricidad.

Me siento de golpe en la silla al escuchar un agudo llanto, abro los ojos y busco con cierto frenesí a la causante de ese bello sonido, sin embargo, lo único que percibo a mi alrededor son manchas, manchas que no veía desde mi cambio, cuando dejé de necesitar las gafas.

—Eridan, ¿qué me ocurre?—Inquiero en un susurro y aguardo por su respuesta, esta nunca llega, llevando mi preocupación a otro nivel. — ¿Tanner? ¿Noam?—Me llevo una mano a la garganta, sorprendida ante mi tono de voz, es exactamente igual al que tenía antes de mi cambio.

—Lydia, gracias a Summ. —Me sobresalto ante la repentina aparición de Noam, sus ojos se abren de manera desmesurada al observarme. — ¿Qué te ha pasado?

— ¿A qué te refieres?

— ¡Lyd! Por fin. —Un par de brazos me atrapan en un asfixiante abrazo por detrás, cierro los ojos y disfruto de la paz momentánea que este abrazo transmite. —Por un momento creí que tendría que criar a mi hermana yo solo, ¿sabes lo aterrado que estaba? Apenas ayer aprendí a cambiarle el... ¿por qué te ves como cuando te conocí?

—Define eso. —Suplico, él me toma de la mano y tira de mí fuera de la cama en la que me encuentro, todo gira con rapidez a mi alrededor en cuanto estoy de pie. — ¿Qué está pasándome?—Cuestiono a nadie en particular cuando Noam me atrapa tras precipitarme hacia el piso.

—Puede que sea por el nacimiento de Alena y las complicaciones que hubo durante el parto. —Sugiere Noam, hago una mueca y trato de volver a levantarme, el resultado es el mismo.

—O es culpa de lo que sea que te haya hecho esa maldita bruja vudú. —La rudeza en las palabras de Tanner me sorprenden, la mayor parte de su existencia se basa en ser agradable y bromista, no serio y furibundo. Como su padre.

—Ya hablaremos de eso después, ahora quiero cargar a mi bebé. —Demando, suplicante, Noam asiente y desaparece en la sombra de la pata de la cama, un par de segundos después está cruzando la puerta de la habitación mientras carga un bulto de mantas violetas.

Literalmente me abalanzo hacia ambos cuando los tengo a escasos centímetros de distancia, mis piernas parecen soportar mi peso el tiempo suficiente para arrebatarle a mi bebé de las manos y acunarla con cuidado contra mi pecho. Regreso a mi lugar en la orilla de la cama, temerosa de caer y hacerle daño a mi hija, y aparto un extremo de la manta para observar mejor sus rasgos. Es hermosa.

—Hola, cielo. —Susurro y mis ojos se cristalizan debido a la emoción, paso las yemas de mis dedos con delicadeza por sus pómulos, coronilla y nariz. —Te amo. —Inclino la cabeza y dejo un casto beso en su frente, al regresar a mi postura anterior la encuentro observándome con los mismos ojos rojo escarlata. Trago con fuerza. —Ella es un Alpha de nacimiento, ¿no es así?

—Lo es. —Asiente Tanner, le doy un rápido vistazo antes de regresar mi atención al bebé en mis brazos.

—Pero no es solo eso. —Interviene Utarah entrando en la habitación seguida de Floorent, le dedico una mirada cargada de confusión. —Bienvenida de regreso al mundo de los vivos.

—Creíamos que te habíamos perdido para siempre.

—Y al parecer así ha sido. —Floorent le da una mirada hostil, Utarah ni se inmuta. Me tenso.

— ¿A qué te refieres?

—Eres humana otra vez, no queda rastro sobrenatural alguno en ti, por lo tanto ya no eres útil. —Sus palabras son duras y crueles, palabras que causan un gran impacto en mí.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora