C I N C U E N T A y C U A T R O

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Lydia...

Limpio el sudor que baña mi rostro y trato de concentrarme en el susurro de Eridan, esperanzada. Cierro los ojos, ignorando el hecho de que estoy a punto de morir carbonizada, y busco a mi antigua compañera de cuerpo, sin embargo, me es imposible encontrarla.

— ¿Eridan?—Susurro, completamente débil por el calor. —Eridan, ayúdame.

En respuesta siento un apretón de mano fantasmal justo cuando las llamaradas por fin se abalanzan sobre mí para acabar con mi existencia, pero, en el momento en el que la mano donde recibí el apretón de Eridan toca el fuego anaranjado, este se torna blanco y estalla contra los presentes a petición nuestra.

Elevo la mano y dejo que el fuego se enrosque en ella, dejando a su paso el cadáver del Ashmoke que antes lo manejaba. Levanto lentamente la mirada, la centro en la Koodav y con un grito libero la llamarada blanquecina y plateada, no pasa mucho tiempo antes de que los gritos de mi víctima inunden el salón del palacio hasta que su vida termina.

Permito que el fuego lunar se extinga y me dejo caer contra mi costado, jadeo en busca de aire puro y a temperatura ambiente, antes de levantarme con piernas temblorosas e ir a desatar a sus majestades.

— ¿Cómo has hecho eso?—Cuestiona Utarah en tono hostil mientras frota sus muñecas, pongo los ojos en blanco.

—No lo sé, Utarah, solo pasó. —Termino con Socram y me incorporo con un gruñido. —Pero no agradezcas, de verdad. —Murmuro con sarcasmo, Noam me da una diminuta sonrisa sin que su reina lo vea. —Ahora, ¿cuál es el plan?

—Reuniremos a quienes queden en pie y propondremos dos opciones: viajar con nosotros a Gaanvdok y pelear a nuestro lado, o quedarse. —Asiento de acuerdo con Noam y los cuatros salimos del palacio, pronto nos vemos rodeados por los guardias supervivientes de la batalla. —Por favor, da la alarma de reunión. —Pide el rey a uno de sus guardias, quien acata la orden de inmediato y pronto nuestros oídos se ven torturados por un terrible sonido que imita a una gata dando a luz, también conocido como la alarma de reunión.

Veinte minutos después las enormes puertas principales del palacio se cierran, resguardando a los súbditos reunidos en el enorme patio o lo que sea del palacio. Los tres nos encontramos arriba de un escenario improvisado por la servidumbre académica de los reyes, Noam y Utarah se dedican a explicar lo que con anterioridad nos había dicho Noam a Socram y a mí, por mi parte permanezco en silencio, alerta a cualquier peligro aguardando en la multitud. No hay que olvidar que hace poco menos de diez minutos había una batalla en curso.

—Así que, quien esté dispuesto a luchar por nosotros, el reino y La Alianza, que dé un paso al frente, por favor. —Pide Noam, contengo el aliento, nerviosa y, para qué mentir, algo ansiosa. Entre más personas se unan a la causa, más probabilidades tenemos de vencer sobre los Koodav y sus malditos aliados.

Poco a poco las personas comienzan a caminar entre otras para hacerse paso al frente, mis músculos se relajan conforme el grupo va haciéndose cada vez más numeroso, tanto de Fallow como de Ashmoke. Doy un paso atrás y me bajo del escenario, todo mi cuerpo sufre de temblores gracias al cansancio que tengo tras la pelea, por lo que me escabullo de regreso al palacio y, una vez lejos de los ojos curiosos, me dejo caer contra el piso.

— ¿Cansada?—Levanto la mirada de mis manos y la dejo sobre Socram, quien toma asiento a mi lado sin dejar de observarme, largo un gran suspiro.

—Agotada. —Aclaro, recuesto la cabeza contra la pared a mi espalda y cierro los ojos ante un dolor naciente de cabeza. —Lo que más deseo justo ahora es una ducha caliente y mi cama.

—Eso tendrá que esperar. —Frunzo el ceño ante la declaración de Utarah y dejo que mi entrenador me ayude a levantar, las piernas apenas logran sostener mi peso de lo cansadas que están. —Nos vamos a Gaanvdok.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora