C I N C U E N T A y S I E T E

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Doce horas después de la reunión secreta, hay otro ataque, esta vez contra los Ashmoke. En esta ocasión dejan cinco muertos y diez heridos.

Un día después es el turno de los Fallow, cuyo ataque se llevó por lo menos quince vidas, dado que todos los heridos no sobrevivieron.

Ahora, una hora después del fallecimiento del último Fallow herido de muerte, es el ataque masivo contra los Vadook.

Esquivo el tajo que la daga curva de un Ashmoke buscaba hacerme en el pecho y cargo contra él, pateo la mano que sostiene dicha arma y al mismo tiempo descargo dos disparos rápidos y certeros que destrozan su corazón.

Guardo mis armas en su funda alrededor de mis muslos y echo un rápido vistazo a mi hija para asegurarme que se encuentra bien dentro de su refugio dentro de mi ropa, al mismo tiempo lanzo una cuchilla con la fuerza suficiente para atravesar el pecho de un Koodav y arrancarle el corazón. La cuchilla junto al vital órgano se clavan en la puerta de mi casona a su espalda.

—Gran tiro. —Elogia Socram tras cortarle la cabeza a otra Koodav. —Te entrené bien. —Dice, orgulloso, mientras destroza el corazón a puñaladas de la mujer.

Levanto un pulgar en su dirección y voy a ayudar a Tanner, quien se encuentra enzarzado en una pelea con otro de su especie, tomo una de mis mejores cuchillas, busco un punto mortal para el lobo y lanzo, cuidando de no darle por error a Tanner. Se escucha un lloriqueo proveniente del oponente de mi hijo, quien me ofrece una rápida mirada y termina con la vida del licántropo con un mordisco.

Escucho el llanto de un niño a mi derecha, por lo que dirijo mi atención a ese punto y la sangre me hierve en las venas al observar a una Koodav rociando el mortal líquido sobre el manto del pequeño. Corro en su dirección y le lanzo una patada directo a la mejilla que la envía al piso, quedando sus manos y piernas contra la ligera capa de concreto que es la calle. Chasqueo la lengua, despectiva, elevo una pierna, accionando la cuchilla del tacón de mi bota, y la descargo con fuerza contra su columna vertebral, partiéndola y arrancándole un brutal grito.

—No mires. —Ladro en mi falsa voz gangosa al pequeño antes de elevar la misma pierna, con la cuchilla aún expuesta, y atravieso el músculo de su espalda hasta llegar a su corazón, arrancándolo de su posición inicial y terminando con la agonía de la Koodav.

Asiento a nadie en particular, satisfecha, y me giro al pequeño, quien llora en silencio de espaldas a mí. Hago una mueca con los labios y me sitúo frente a él, encontrando una brutal imagen para mis ojos. Su frente se encuentra a carne viva, su cabello ha desaparecido bajo el efecto del líquido, tal vez ácido de esa maldita perra, y el ligero manto que lo cubría, o lo que queda de él, se funde con lo que queda de su piel y el músculo.

Trago la bilis que se me sube por la garganta y tomo al niño en brazos, cuidando que no aplaste a mi hija. Corro a lo largo de la calle hasta llegar al templo, acabando en mi recorrido con dos licántropos en su forma lobuna, un par de Vadook y Fallow traidores y algunos Koodav. Todo un logro.

—Ayúdenlo, por favor. —Suplico, olvidándome por un instante de mi tapadera, y lo deposito en brazos de uno de los Alphas, quien se dedica a recostarlo en una camilla, y ya. — ¿No me escuchaste? Ayúdalo, haz algo.

—Hay más heridos por atender. Además, es un niño, la prioridad son aquellos que, si llegan a recuperarse, servirán y pelearán en la batalla final.

—Ayúdenlo, he dicho. —Exijo con voz atronadora, que rebota por las paredes de plata del templo y logra estremecer al imponente Alpha. Todos, incluso los heridos y moribundos, me observan con una mezcla de sorpresa y temor.

— ¿Qué no sabes quién soy...?—No lo dejo terminar, pues un rugido, salido desde lo más profundo de mi ser, sale de mis labios e intimida lo suficiente al Alpha y al equipo médico como para que comiencen a atender al niño de inmediato.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora