Q U I N C E

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Estoy jadeante mientras la sangre que me cubre resbala por mi cuerpo con lentitud, limpio mis dedos con la lengua, degustando la sangre fresca, y observo a los cuerpos mutilados y desangrados de la antigua manada de Marcus. Ya no darán problemas nunca más.

Paso por encima de las piernas cercenadas de uno de ellos y voy a la habitación donde mantienen cautivo al lobo gris, el cual me mira con cautela cuando entro, le ofrezco una sonrisa de dientes sonrosados debido a mi almuerzo y lo libero de sus cadenas de acero reforzado.

—Tú llevarás a papá. —Ordeno y ambos salimos de la estancia, tomo en brazos el cuerpo inconsciente de mi padre y lo dejo con suavidad sobre el lomo del lobo. —Andando, mi manada debe estar preocupada por mí.

Abro la puerta principal, prestando atención a mi alrededor, dejo pasar al lobo y cierro tras de mí, se escucha un correteo a nuestra derecha y los tres nos vemos envueltos en una especie de polvillo amarillo de olor horroroso, toso y mi padre se retuerce en su inconsciencia, al tiempo que su piel comienza a corroerse.

Es polvillo de los pozos solares, letal para los Vadook, mira tus brazos. —Obedezco y hago una mueca ante los surcos de piel a lo largo de ellos, no duelen, solo dan picazón. —Debemos irnos antes de que nos echen otra carga.

—Pero, quien nos ataca...

Ya habrá otra oportunidad de cazarlo, vámonos.

Blasfemo mentalmente y echo a correr a la par suya, intentando ignorar la terrible picazón que el polvillo me ocasiona. Acelera ligeramente y quedo detrás de ambos, entiendo su indirecta, yo cuido la retaguardia. Salto una gigantesca roca y alguien impacta contra mí, mandándonos varios metros a la izquierda, mi espalda golpea violentamente contra el tronco de un árbol y siento alguno de mis huesos romperse, gimo contra el césped, tragando un poco de lodo, e intento volverme sobre mí misma, buscando al culpable.

—Tú, maldita muñeca. —Miro en dirección al único sobreviviente de mi pequeña masacre, sorprendida, y ruedo sobre mí misma para esquivar su zarpazo, me pongo de cuclillas de un salto y lo observo con atención, esperando su siguiente movimiento. —Voy a asesinarte.

—Primero tendrás que atraparme. —Dicho esto, tomo un puñado de tierra y se lo lanzo a los ojos, dando en el blanco.

Me levanto y salgo corriendo entre los árboles, lo escucho rugir tras de mí y el desgarro de su ropa me indica que ha cambiado de forma, ahora es un lobo, y eso me deja en desventaja. Ante la amenaza, mis sentidos se agudizan, dándome mayor visión y audición, también mejores reflejos y un aumento considerable de velocidad, con la cual logro dejar al lobo atrás en cuestión de segundos, sin embargo, no es suficiente.

Siento su aliento en el centro de mi columna, me abstengo de mirarlo y doy un enorme salto que sé que no se espera, me aferro a la rama del roble, doy un giro completo hasta quedar sobre ella y comienzo a trepar el tronco, al llegar a la copa salto a la siguiente y así sucesivamente hasta que él logra imitar mi estrategia. A mí se me acaban los árboles y él está a solo unas ramas de distancia de mí. Maldición.

Voy a devorarte entera, Vadook, y los restos irán a tu adorada manada. —Sus ojos refulgen en odio y sed de venganza, busco alguna salida mientras me hago un ovillo cada vez más pequeño, puesto que sus fauces se encuentran cada vez más cerca de mis piernas.

Cierro los ojos y busco mi lado Vadook, dado que el licántropo no parece querer hacer aparición alguna por el momento. El par de ojos nublados me observan con atención, ambas sentimos que el lobo está a nada de darme un mordisco, siento un suspiro proveniente de ella y un escalofrío me recorre entera hasta que el frío se concentra en mis manos, abro los ojos y observo mis palmas, la cuales se encuentran tan blancas como la porcelana, al tiempo que un imperceptible brillo emana de ambas.

Quémalo...

Frunzo el ceño, confusa, y poso las palmas contra el tronco, algo crepita dentro de mí y el tronco se prende en llamas, incluyendo al lobo, quien es envuelto en una serie de llamaradas blancas y plateadas que emanan frío, no calor. Él aúlla y su pelaje se llena de hielo y escarcha, me estremezco al verme rodeada por ellas y lo observo caer, totalmente inmóvi. Cuando su cuerpo impacta contra el césped se fragmenta en miles de pedazos congelados.

Parpadeo continuamente mientras el fuego comienza a apaciguarse hasta que la llamarada plateada se extingue bajo las palmas de mis manos, las quito de encima del tronco y observo la zona enrojecida e insensible, trago con fuerza y bajo de un salto, pierdo el equilibrio y caigo sobre mi trasero. Una serie de carcajadas inundan el bosque.

—Tienes que mejorar eso.

—Fue patético.

Salgo de mi conmoción y observo a los Smeed, quienes, exceptuando a Jagger, me sonríen ampliamente, doy un pequeño grito y me abalanzo sobre ellos, atrapándolos en un asfixiante abrazo de oso.

—Creí que... ustedes... ¿cómo?

—Los licántropos somos seres casi inmortales.

—Un accidente automovilístico no iba a acabar con nosotros. —Ambos besan mis mejillas a la par, logrando que adquieran un ligero sonrojo, vuelven a reír al notarlo.

—Dejen de actuar como idiotas y regresemos a la manada, todos están esperándonos. —Y como si de un detonador se tratase, un dolor lacerante se instala en la mitad de mi rostro, al tiempo que la piel en esa zona cae y sangre empapa el resto de ella, jadeo de sorpresa y dolor.

— ¿Qué mierda...?—Dejo la pregunta al aire y cierro mis ojos, buscando protegerlos del líquido tibio y escarlata que amenaza con entrar en ellos.

No es la oscuridad tras mis párpados quien me recibe, ni mucho menos mi lado Vadook, sino que es una escena a tiempo real, que revela la razón de mi herida repentina, escena en la cual yo soy el lobo gris y donde Kristoff, furioso, es quien me ataca brutalmente. Abro los ojos y observo a los Smeed, quienes se limitan a observarme, dos de ellos preocupados, Jagger se mantiene indiferente.

—Debemos volver, ahora. —Ordeno, desconcertada, ensangrentada y furiosa. Nadie refuta y los tres cambian, rasgando sin cuidado alguno su ropa, salto sobre el lomo de Jagger y los cuatro salimos disparados hacia la casa de cristal.

Apenas llegamos ante ella, bajo de un salto y corro hacia la entrada, entro azotando la puerta y el siguiente ataque a quien creo es mi hermano se detiene por parte de Kristoff, lo observo, furiosa, y paseo la mirada por la estancia, mi furia incrementa al observar a los Vadook recluidos contra la pared, mi padre entre ellos, siendo custodiados por Scott y Judhead, Artie sostiene a mi primo por los hombros y Jameson observa con conmoción a...

No puede ser.

— ¿Mamá?


— ¿Mamá?

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Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora