V E I N T I D Ó S

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— ¿Cuál es tu plan?—Miro sobre mi hombro a Zek y regreso mi mirada al frente, ambos estamos sobre la copa de un avellano mientras espiamos la clínica de Wooded Ville.

—Un animal me atacó, estoy bien, pero creo que perdí demasiada sangre. Me revisarán y se darán cuenta de que es cierto, por lo que me llevarán al banco de sangre para hacerme una transfusión, sacaré tres bolsas más, si saco más podrían sospechar.

—De acuerdo, ¿dónde debo de herirte?—Señalo mi clavícula, para que la sangre derramada hace unos minutos en mi transición a Alpha se entremezcle con la nueva y dé mayor credibilidad en mi pérdida de sangre. Asiente y ambos bajamos de un salto del árbol.

—Ten cuidado con mi yugular. —Advierto cuando transforma su mano en garras, asiente y me hiere, hago una mueca y ordeno a mi cuerpo a no sanar, soportando el escozor, pronto la cálida sangre comienza a manar. —Ahora, golpéame con una piedra, en la coronilla, no muy duro. —Cierro los ojos y lo escucho rebuscar entre la nieve una piedra, mientras tanto, me preparo hasta que el golpe llega, atontándome. —Allá... voy.

Camino colina abajo, tambaleándome ligeramente ante el golpe recién dado y llego más pronto de lo que pensaba, no me amedrento y cuando el primer pueblerino centra su atención en mí, comienzo mi numerito, gritando mientras corro a velocidad humana en su dirección.

— ¡Ayúdeme, por favor! Un animal me atacó. —Sollozo en sus brazos cuando me toma entre ellos y finjo flaquear, el rodea mi cintura con un brazo y comienza a gritar por ayuda mientras carga con mi peso en dirección a la clínica.

—Démela, podré llevarla más rápido. —Abro los ojos de golpe al reconocer la voz y pronto estoy en los brazos del desconocido que me sacó del agua hace tres días, maldigo a mi suerte mientras corre conmigo en brazos. —Los problemas te persiguen, ¿no es así?

—Es algo... de familia. —Murmuro fingiendo que me falta el aire, llevo una mano a la fuente de sangre y presiono con fuerza, frunce el ceño, preocupado, y aprieta el paso. Miro a nuestro alrededor y me sorprendo ante la velocidad sobrenatural a la que vamos. Pareciera como si voláramos.

—Sí, ya me hablarás sobre eso. —Lo miro con confusión mientras entramos de golpe en la clínica, la enfermera de guardia se sobresalta al verme y presiona un botón que trae una camilla con un grupo de enfermeros y a una doctora consigo. —Te visitaré.

—No te molestes en hacerlo. —Mi hostilidad parece sorprenderlo, por lo que llevo una mano al golpe sangrante en mi coronilla y finjo profundo dolor, su rostro se suaviza.

Deberíamos dedicarnos a la actuación.

Ni lo sueñes.

.....

Me encuentro tendida en una silla reclinable en el ala del banco de sangre, una intravenosa sobresale de la cara interna de mi muñeca, clavada justo en la vena para dejar que la sangre entre directamente en ella, sin embargo, nada gotea hacia ella, de eso me he encargado yo. Vendas sobresalen de mi clavícula, aumentando mi incomodidad, puesto que la herida sanó apenas la cubrieron los médicos.

Cuando me aseguro de estar completamente sola, me arranco la intravenosa y regreso la sangre a la bolsa, la cual cierro y tomo en mi mano, salgo de la silla y corro a la nevera, la abro y mi boca se vuelve agua al ver el diverso contenido de bolsas con sangre. Suelto un suspiro cargado de resignación y tomo dos de la sangre más ordinaria y fácil de recuperar con algún donante cualquiera. Las escondo en los bolsillos interiores de mi abrigo y me apresuro a salir por la puerta, ya que no hay ventana alguna por la cual hacerlo. Apenas pongo un pie fuera del ala choco contra un fornido pecho, un par de manos me sostienen evitando mi caída y el desconocido me mira con una ceja enarcada.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora