V E I N T I O C H O

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—Todo está en la muñeca, Lydia. —Masculla con exasperación, y por cuarta vez consecutiva, Rose, la madre de Jagger, quien al parecer ahora es parte de nuestra manada a petición de Zilah y furia de Jagger. Adivinen quién se ha quedado sin sexo como por cinco meses.

Claramente tú.

Tomo con firmeza la daga que me ha regalado, llevo mi brazo hacia atrás y después lo descargo con fuerza y rapidez tras haber apuntado hacia el objetivo, la hoja del arma se clava hasta el mango en el tronco del hito, a unos centímetros del blanco.

—No estás utilizando la muñeca, Lydia.

—Hago lo mejor que puedo.

—Pues no es suficiente, al ser un Alpha que no puede cambiar a lobo debes aprender a defenderte, y no depender únicamente de tu lado Vadook.

—Estoy cansada y hambrienta, ¿podemos hacer un maldito descanso?

—No, mis hijos están a cargo de tu protección, no vamos a parar hasta que le des al maldito blanco. No es tan difícil, vamos.

—Mañana tengo un examen del instituto, Jagger no entiende un carajo, debo estudiar por ambos.

—Entonces tienes una motivación extra para dar en el blanco. —Chasquea los dedos y la daga aparece en la palma de mi mano con un rastro de ceniza, mascullo algo intangible y vuelvo a lanzar la daga, fallo por cinco malditos centímetros. —Otra vez. —Apenas recae la daga en mi mano la lanzo, sin preocuparme por apuntar, fallo por mucho. —Otra vez. —Fallo. —Otra vez. —Vuelvo a fallar. — ¡Otra vez!

Suelto un grito de frustración y le lanzo la daga al pecho, dando, para sorpresa de ambas, en el blanco, ella cae sobre su trasero en la nieve y observa con pasmo la daga que sobresale de su pecho, bufo y voy a su encuentro, se la arranco y hago que la herida pase a mi cuerpo, ambas estamos como nuevas un minuto después.

La dejo en su shock en la nieve y entro en la cabaña, tomo mi bolso con mis pertenencias dentro y salgo de la cabaña sin despedirme de nadie, miro en todas las direcciones posibles y echo a correr, sorteando hitos, avellanos, olmos y fresnos, me detengo a la entrada del pueblo y corro a velocidad humana hasta llegar a mi edificio, saludo a la esposa del portero y me abalanzo sobre las escaleras, subiéndolas de tres en tres.

—Eridan, llegaste antes. —Chilla mi primo con Darla recostada en su regazo de panza a él, enarco una ceja, extrañada ante su tono agudo. —Creía que Rose te entretendría más.

—No fue así. —Saco mi libro, un par de hojas repletas de apuntes y un bolígrafo antes de dirigirme a la habitación de Jagger, por el rabillo del ojo veo a mi primo palidecer cuando ve mis intenciones de irrumpir en dichos aposentos. Me detengo de golpe al escuchar risitas y gemidos femeninos, que claramente no son míos. — ¿Está con otra... chica?

—Repito, creíamos que llegarías más tarde. —Lo observo con furia ante el plural de sus palabras, hasta Darla le gruñe.

— ¿Desde hace cuánto lo hace?—Mi voz es baja, casi un susurro, pues no quiero que los idiotas tras la puerta adviertan mi presencia. Aún.

—Desde que aceptaste a Rose en la manada.

—Hace tres semanas. Perfecto. —Me alejo de la puerta y regreso sobre mis pasos, regreso mis cosas a mi bolso y lo cuelgo en mi hombro. —No me viste aquí.

—Eridan, espera... —Cierro con cuidado tras de mí y bajo por las escaleras a un trote ligero, al salir del edificio me dirijo hacia la clínica. A mitad de mi camino me detengo y miro sobre mi hombro al sentirme observada, sin embargo, no hay nada, ni nadie, tras de mí.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora