C U A R E N T A y U N O

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Se hinca sobre su rodilla izquierda y se aproxima a mí con la daga en la mano, sus cómplices tiran de mí hacia atrás, dejando mi abdomen al descubierto, y me inmovilizan por completo, suelto un estridente chillido cuando siento a la plata, fría como un témpano de hielo, entrar en contacto con mi piel.

—No lo haga, por favor, no dañe a mi hija. —Suplico mientras un par de lágrimas escapan de mis ojos. —No se atreva a dañar a mi bebé. —Lloriqueo, él aproxima su rostro al mío y observa mi expresión con satisfacción.

—Esto es lo que les ocurre a las impuras de tu clase. —Susurra, comenzando a hundir la punta en mi abdomen.

— ¡Pagarán por esto!—Grito a voz de cuello y echo mi cabeza hacia atrás mientras un grito sale de lo más profundo de mi ser, el cual reverbera con fuerza en las paredes de plata.

Algo se enciende dentro de mí, lo siento a la perfección. Regreso mi atención al sacerdote y vuelvo a gritar, la mitad de las cadenas que me inmovilizan se convierten en fuego lunar puro, quemando con su frío con alarmante rapidez a quienes la sostienen, sus gritos se unen al mío. Vuelvo a gritar al sentir a la daga llegar más profundo en mi vientre, y afilados pinchos y cuchillas comienzan a crecer a lo largo del resto de las cadenas, alcanzando a sus portadores. Mis ojos se nublan aún más cuando los miro y con un giro de muñeca hago que dichas cadenas rodeen sus cuerpos, aprisionándolos y asesinándolos con el filo de las nuevas armas.

—Le dije que iban a pagar. —Musito mirando de regreso al último sacerdote y me levanto de mi lugar, él no deja de verme horrorizado, pues la daga que antes hundía en mi cuerpo con tanto fervor yace totalmente derretida en la palma de su mano. —Y usted más que nadie. —Dicho esto dejo que mi llanto como Vadook lo destroce, arrancando su piel y músculos a tiras, y esparciéndolos por las hermosas paredes de plata del templo.

Paso por encima de los cadáveres hasta llegar a Tanner, las cadenas tintinean por la superficie de plata que es el suelo antes de evaporarse, y trato de reanimar al licántropo golpeando con fuerza sus mejillas, cosa que funciona cuando ambas mejillas comienzan a amoratarse por los golpes. Ups.

— ¿Qué fue lo que pasó? ¿Están bien?—Pregunta con preocupación tras echar un vistazo a nuestro alrededor, le doy una mueca parecida a una sonrisa y me desplomo sobre su regazo, poniendo una mano sobre mi vientre. — ¡¿Lydia?!

—Aguarda, debo asegurarme de que Alena siga con vida. —No escucho su respuesta pues me sumerjo en mi cuerpo, me apresuro a llegar hasta la habitación acuática donde habita mi hija y el alivio me recorre entera al escuchar a su corazón latir con fuerza mientras una de sus manos tiene un espasmo en reflejo. —Ella está bien.

— ¿Vas a llamarla Alena?—Inquiere mientras se relaja contra una de las paredes, asiento y paso de manera distraída mis dedos por mi vientre, el cual no es tan notable en mi apariencia Vadook.

—Fue idea de tu padre, y a mí no me parece mal nombre.

—A mí me gusta, solo lo he escuchado una o dos veces a lo largo de mi vida.

— ¿Qué ha pasado?—Ambos dirigimos nuestra atención a una de las Vadook que me ayudó a escapar con vida de Lycandorp y le ofrezco una sonrisa inocente, la escucho chasquear la lengua. — ¿En defensa propia, al menos?—Asiento, ella suspira y chasquea tres veces los dedos.

Sin mediar palabra alguna los Vadook que antes nos habían escoltado hasta aquí entraron y se llevaron lo que quedaba de los cadáveres, en cuanto ellos salen un par de niños entran y se apresuran a limpiar la sangre, cenizas o cualquier resto que ensuciase el piso sagrado. Todo vuelve a la normalidad cuatro minutos después.

Impresionante, eficiente y escalofriante.

—Disculpa los actos de los sacerdotes, a veces se creen las deidades más poderosas de por aquí cuando no viene ni al caso. —Se disculpa otro Vadook, mucho más joven que yo, mientras me ayuda a incorporarme, Tanner le gruñe en advertencia cuando se queda viendo fijamente mi vientre. —Lo lamento, es la primera vez que conozco o toco a una de nuestra especie estando, bueno, embarazada.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora