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Héctor y yo caminamos con las manos entrelazadas hasta llegar al coche. Saqué las llaves, que como siempre, había guardado en mi bolso; y se las pasé, lanzándolas por encima del capó de su vehículo.

Él las cogió al vuelo y me guiñó un ojo, pero yo solo le respondí con una sonrisa débil.

—¿Seguro que está todo bien? —preguntó mi novio, por enésima vez durante aquella noche, entrando en el vehículo.

Era una costumbre muy nuestra, la de ir juntos al cine todos los sábados. Primero cenábamos, luego escogíamos una peli para ver, y después nos íbamos a tomar algo o nos quedábamos el uno en casa del otro.

Sin embargo, ese día no me apetecía mucho salir a tomar nada, así que nos íbamos en dirección a mi casa. No sé si era por la película que habíamos visto, pero estaba muy pensativa.

—Sí, claro —respondí, mientras me abrochaba el cinturón en el asiento del copiloto, y Héctor arrancaba el coche después de negar con la cabeza. —¿Por qué?

Conducimos callados mientras abandonábamos el parking de aquél multicines, con el único sonido de la música de la radio, sonando de fondo.

—Estás muy callada, y ni siquiera has enchufado tu móvil con la música —me dijo, sin apartar los ojos de la carretera.

—Ya, es que no tengo mucha batería —respondí, mirando por la ventana. —Y estoy un poco cansada. Al fin y al cabo, es un poco tarde —añadí, mirando en la pantallita del coche, como eran más de las doce.

Pero Héctor me conocía demasiado, y no sabía cuánto tiempo aguantaríamos sin abordar el tema.

La verdad es que no había sido la misma desde aquél viaje a Barcelona, durante el mes de junio. Yo solo iba a acompañarlo en uno de sus partidos, como siempre; y aprovechar el fin de semana en aquella ciudad con el resto del equipo y sus respectivas parejas. ¿Quién me iba a decir que me encontraría una de las personas que más me habían marcado en la vida?

Habían pasado ya dos meses de aquello. Estábamos a mitad de agosto, y aunque durante un tiempo había conseguido apartar aquél encuentro inesperado de mi cabeza, cuanto más se acercaba septiembre, más rara me sentía y más recurrentes eran los recuerdos junto a Ana paseándose sin prisa por mi cabeza.

A veces me descubría a mí misma mirando por la ventana, en modo nostálgico, preguntándome si estaría preparada para el día en el que viera a Ana llegar en el coche de Noe por el caminito que llevaba también a mi casa.

Su ausencia también me golpeaba cuando iba a la piscina con Nerea y Aitana, que recién habían cumplido cuatro años de relación, y envidiaba su forma sana de actuar y relacionarse; esa dulzura que, en su momento, me había proporcionado Ana.

Incluso cuando iba al gimnasio y veía a Ricky, que en el fondo seguía siendo de los mejores amigos que tenía Ana, y sabía que mantenían el contacto, me acordaba de los momentos vividos en ese edificio; las primeras miradas, la primera vez que nos tocó bailar juntas.

Y por otra parte me sentía una desagradecida, porque hacía ya un par de años que había vuelto con Héctor y él me trataba genial. Siempre había sido como un miembro más de mi familia y esto no era distinto esta vez, por lo que volver había sido fácil y mi familia no le tuvo demasiado en cuenta el daño que me había hecho al dejarme por otra. Además, sentía que estábamos en paz porque yo había empezado una relación con Ana casi al segundo, y él había visto todo el proceso a través de redes, viviendo la confusión de que después de tanto tiempo con él, estuviera con una chica.

Pero desde el mes de junio, que no podía ser la misma. 

Estar con Héctor era perfecto, pero las chispas que había sentido al ver a Ana de nuevo aquella madrugada, me habían abierto los ojos. Definitivamente, aun sentía algo por Ana; pero Héctor era, en el fondo, quien me cuidaba como nadie y siempre estaba allí.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora