❧ 24

2.4K 201 66
                                    

No solamente coincidí con Ana el jueves en el gimnasio, sino que lo hice en el mismo sitio al día siguiente. Aparecí a una hora distinta, precisamente para evitarla, pero al final acabó siendo lo mismo porque justo cuando entré, la vi charlando con Ricky delante del mostrador. Parecía que estábamos pensando lo mismo en cambiar nuestros horarios de entrenamiento y nos encontrábamos en vez de esquivarnos.

La suerte era que yo solía meterme más caña, y por ese motivo, no coincidimos en la ducha ninguno de los dos días: Ana salía de la sala de máquinas unos veinte minutos antes que yo, y como seguramente ella se duchaba con prisas para no tener que verse en aquella situación conmigo, cuando yo cogía la toalla para volver al vestuario, ella ya salía por la puerta hacia la calle.

En el fondo era una tontería querer evitarse en situaciones cotidianas. Porque ya era viernes por la noche y aunque seguramente al día siguiente no iría al gimnasio, no nos escaparíamos de vernos por la noche. Con poca luz, música que, viniendo de Amaia y Alfred, probablemente nos conmovería, y bebida a nuestro alcance.

Pero mis acciones no me preocupaban: sabía que no pasaría nada que pudiese empeorar las cosas entre las dos puesto que, en primer lugar, Ana estaría enfadada por no haberle respondido al último mensaje que me mandó, porque a pesar de que no parecía estarlo mucho cuando la había visto en el gimnasio, la conocía y sabía que aquello habría herido su orgullo y ahora no querría hablarme; y en segundo, Mimi estaría allí, pegada a ella y sobándola como siempre.

—¡Miriam, empanada! —gritó Agoney, divertido.

—¿Eh?

—Tu móvil —se rió Raoul, señalando la mesita de cristal donde teníamos nuestros móviles, algo para picar, y el vino.

—Bua, joder. Sí que estoy empanada, sí.

—¿A ver quién es? —preguntó Nerea, inclinándose para ver la pantalla. —¡Es Mary! —chilló emocionada, ya que les acababa de contar, hacía más o menos media hora, todo lo que había pasado la última semana con la chica en cuestión.

—Menos mal que no está Mireya —rió Raoul.

Y sí, por una parte me sabía mal que Mireya no hubiese podido atender a nuestra habitual quedada; al parecer, en el bar de sus padres había muchísimo trabajo para aquella noche y se había tenido que quedar a hacer horas extra. Pero por la otra, casi que agradecía haberme podido expresar con mucha más libertad sobre lo ocurrido el finde pasado con Mary, como me había sentido durante toda la semana, y como me había invitado a comer con un par de amigos el miércoles.

La opinión general de las tres marujas era que Mary era majísima y exactamente el soplo de aire fresco que yo llevaba necesitando desde hacía un tiempo. Salir del partido de tenis que era estar entre Ana y Héctor.

—Callaos pesadas —ordené, cogiendo el móvil con rapidez y levantándome del sofá para buscar un sitio tranquilo en el que hablar.

—¡Pero quédate a hablar aquí! —insistió Nerea. —¡Va tía, que nos callamos, de verdad!

Me giré para indicarle que se callara mientras que cogía la llamada entrante.

—¿Sí? —respondí, alejándome por el pasillo.

Me parece tan gracioso que digas "sí" en vez de "hola" cuando ya sabes quién te llama —se rio Mary al otro lado.

—¿Qué quieres que te diga? —contesté, con una sonrisa tonta asomándose en mi cara.

Pues no sé... Un "hola Mary" o un "estaba desesperadamente deseando que me llamaras", por ejemplo.

—Anda... —me reí. —Más quisieras tú.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMWhere stories live. Discover now