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Volver al trabajo después de cuatro días en Barcelona con Ana y su familia, fue difícil de digerir. Separarme de Clara incluso me dio pena, ya que parecía que volvíamos a hacer buenas migas. Y digo "volver", refiriéndome al vínculo que creé con ella cuando solo era un bebé, durante los primeros años de su vida. 

Sin embargo, yo, que siempre estaba dispuesta a darlo todo y a dejar a todo el mundo contento, me esforcé para centrarme en mi trabajo y quedarme con el bonito recuerdo de aquellos días en mi mente. En mi mente y en mi móvil, porque la verdad era que nos habíamos hecho mil fotos, tanto con Ana como con Clara. Como en los viejos tiempos.

Tampoco se podría decir que hubiera vuelto "a la rutina" totalmente, ya que empezaba mi lunes con una diferencia bastante notable respecto al resto de semanas: iba a quedar con Mireya en mi descanso para comer. Aquello era algo que no había pasado en todos los años que llevaba trabajando en Madrid. Ni siquiera cuando estudiaba en la universidad. Ella nunca había pensado en pasarse a hacerme una visita, tomar algo o comer conmigo por la capital. Así que, claramente, las cosas estaban cambiando.

—Estás más rubia —fue lo primero que comentó mi amiga al verme, justo al salir de la clínica en la que trabajaba.

Muy típico de Mireya lo de comentar algo del físico antes de entrar en temas profundos o demostrarme que me había echado de menos últimamente.

—Sí —me toqué el pelo, que lucía ondulado y no tan rizado como siempre. —Durante el puente fui a la pelu con Ana, en Barcelona.

—Te queda muy bien —sonrió, cogiendo un mechón de mi pelo entre sus dedos.

—Gracias —respondí, a la vez que tiraba de ella y la abrazaba. —¿Cómo estás?

Mireya suspiró en el abrazo, y luego se separó lentamente de mi cuerpo. No parecía que tuviera muchas ganas de contacto físico.

—Echa un lío.

Yo asentí. La entendía perfectamente, podía saber como se estaba sintiendo.

—Ven, vamos tirando hacia el restaurante y lo hablamos con calma.

Ella aceptó y caminamos hacia la cafetería en la que solía comer con Héctor. Había sido reacia a pisarla por un buen tiempo, pero era lo más cercano y práctico para el rato del que disponía para comer. Además, había llegado a un punto en el que me sentía preparada incluso para encontrármelo. No iba a salir huyendo, sabía que la decisión que había tomado, al final, había sido la correcta y la más justa para los dos.

Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana y revisamos las cartas por encima mientras esperábamos que nos atendieran.

—¿Lo sabes ya? —pregunté.

Mireya asintió y dejó la carta encima de la mesa.

—Por una cosa que tengo clara... —bromeó.

Yo reí levemente y cabeceé.

—¿Cuanto hace que te sientes así? A ver. Porque la verdad es que me dejaste a cuadros, Mireya...

Mi amiga se encogió de hombros. Llevaba un jersey rojo con una camisa blanca debajo y el pelo liso y planchado. Mireya dejaba de arreglarse únicamente cuando estaba hundida hasta el fondo, así que bueno, me tranquilizaba saber que, por mal que estuviera, todavía conservaba las ganas de ser la persona mejor cuidada del establecimiento.

—Creo que desde hace más de lo que parece. A lo mejor por eso estaba tan irritable cuando tú te planteabas lo de dejarlo con Héctor hace unos meses... 

—Pero, ¿tú estabas bien con Rafa? ¿Hizo algo que te molestara o...?

Ella negó con la cabeza.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMWhere stories live. Discover now