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Mimi estuvo en el pueblo hasta el jueves. Lo supe a través de Instagram, porque verlas a ellas en persona, la verdad es que no las vi. A partir de lo que me enteré en redes, entendí que durante esos días, la dinámica de la pareja era la siguiente: Ana se iba a trabajar, y Mimi se pasaba el día por Madrid, visitando viejos amigos y acudiendo a la escuela en la que solía impartir clases.

No obtuve ningún mensaje de la morena en toda la semana.

Lo que había pasado el finde pasado, iba quedando como un recuerdo que no sabía si era real o si simplemente, se trataba de un sueño. Estar con Ana había sido como encontrar un oasis en el desierto que estaba travesando; pero ahí quedaba todo. Casi una semana después, seguíamos con nuestras parejas y ninguna de las dos había movido ni un dedo.

Lo que tampoco se había movido, eran mis sentimientos. Porque además, desde nuestro particular encuentro, los sueños en los que nuestros cuerpos se rozaban y nos convertíamos en una, enredadas entre besos y caricias, eran más que recurrentes. Me despertaba húmeda y acalorada, sin saber qué hacer. Si Mimi no hubiese estado en el pueblo, nada me habría garantizado el no cruzar los metros que separaban nuestras casas para hacerle una visitilla a Ana.

Tenía que dejarlo con Héctor.

Mis pensamientos y mis actitudes no estaban siendo honestas con él ni con nuestra relación. Cuando unos años atrás, él se enamoró de otra chica, no dudó en decírmelo, y aunque me dolió, me dejó antes de permitir que hubieran cuernos de por medio. Yo no había sido ni capaz de eso.

Pero aquello iba a cambiar. En unas horas, lo dejaría. No le contaría lo que había pasado con Ana, ya que aquello solo sería hacerle daño en vano, y no quería que Héctor sufriese más de lo necesario; pero sí le contaría la realidad sobre mis sentimientos. Él era un buen chico y no merecía estar perdiendo el tiempo conmigo si yo no estaba entregada del todo.

—¿Cómo que no vienes? —preguntó Nerea, escandalizada. —¡Si tú no te pierdes ni un viernes con Las Amigas!

—Tengo una cena con Héctor, Nerea. Es importante —contesté, algo cansada, sentándome encima de la cama.

Últimamente estás rarísima, Miri... —añadió Aitana, que obviamente, estaba pegada como una lapa a su novia, probablemente en casa de esta última.

—¿Queréis que deje de estarlo? ¡Pues dejadme hacer lo que tengo que hacer! —respondí molesta, en un tono más elevado de lo que sería adecuado.

Se hizo un pequeño silencio al otro lado de la línea. No era raro en mí el estallar después de tragar demasiado. Y más, estando en tensión tal y cómo lo había hecho esos días. Ellas no se merecían que les hablara mal, pero es que a veces, podían conmigo.

—¿Vas... vas a dejar a Héctor? —preguntó mi prima, adivinando con un hilo de voz.

Suspiré. No sabía si Aitana y Ana habían podido hablar aquellos días con Mimi de por medio, pero de todas formas, yo había estado siendo tan obvia que no sería difícil adivinar que lo que había pasado entre nosotras era algo que no se podía pasar por alto.

—Esa es la intención —otro silencio en el que, seguramente, la parejita compartió una mirada cómplice.

—¿Lo sabe Ana? —preguntó Nerea, algo más decidida que Aitana.

—No, y no se lo digáis —dije de forma rotunda. —Esto es algo entre Héctor y yo... A Ana ya se lo diré cuando sea el momento.

¿Qué momento, en realidad? No tenía ni idea. Estaba algo perdida, no sabía si hacía lo correcto o si la iba a cagar... Pero tenía que cambiar las cosas porque no podía seguir mintiendo a alguien que me quería tanto. Y porque tampoco era justo para mí.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMOù les histoires vivent. Découvrez maintenant