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Me desperté con un intenso dolor de cabeza, cuando Efrén entró en la habitación y empezó a subir la persiana, sin miramientos.

—¿Qué...?

Hice el gesto de levantarme, pero el mareo que experimenté, me echó para atrás.

—Buenos días, Bella Durmiente —dijo mi hermano, apoyándose contra una pared y mirándome divertido. —Otra noche movidita, ¿no?

—¿Cómo que otra? —pregunté frunciendo el ceño.

Efrén señaló hacia mi mesita de noche, dónde había una caja de Ibuprofenos y una botellita de agua, antes de hablarme de nuevo. Me tomé la pastilla y me terminé la botella casi de golpe.

—Ya es la segunda noche en menos de dos semanas que te tienen que acompañar a casa por haber bebido demasiado —me habló con voz irónica.

Y lo peor es que tenía razón. Me llevé las manos a la cabeza intentando recordar el final de la noche y me acordé de cómo me derrumbé al no conseguir captar la atención de Ana. También me vino la imagen de Raoul llevándome a su coche y empaparle la camisa con mis lágrimas. Los recuerdos de mi llegada a casa eran un poco confusos, pero sí que recordaba que Agoney me había dicho algo sobre el agua y las pastillas; seguramente ellos lo habían dejado allí para mí. Tenía los mejores amigos del mundo, sin duda alguna.

—Joder —murmuré. —¿Lo saben papá y mamá?

—Si lo saben, no han comentado nada —respondió mi hermano, sentándose en mi cama. —Yo lo sé porque hacía poco que estaba en cama y me levanté.

Mi boca formó una "o" perfecta.

—¿Me viste?

—Les ayudé a ponerte el pijama y meterte en cama.

Me tapé la cara con las manos.

—Madre mía...

Se me había ido la noche de las manos, y total, tampoco era por lo bien que me lo había pasado. Efrén se sentó en mi cama y me acarició el brazo.

—Miriam, tienes derecho a hacer lo que quieras, pero es que... me sorprenden mucho este tipo de actitudes viniendo de ti. Estas cosas no las hacías ni cuando tenías dieciséis años...

—Efrén —dije, apartando las manos de mi rostro para hablarle mirándolo a los ojos. —Llevo fatal el regreso de Ana —confesé casi desesperadamente y al borde del llanto.

Mi actitud de niña pequeña al querer llamar la atención de la morena, mis dos noches de "beber para olvidar", la resaca, y los cambios en mi normalmente racional comportamiento, me hacían sentir fatal.

—Ven aquí, pequeña —Efrén se acercó a mí y me rodeó con sus brazos, apretándome mientras mis lágrimas caían encima de su hombro. —Si necesitabas hablar, ¿por qué no me lo decías?

Me encogí de hombros.

—Nunca estás en casa ya, y me da cosa llamarte por si estás ocupado, o con Inés, o yo que sé... —dije con tristeza, intentando pronunciar la frase sin ser interrumpida por mis propios sollozos.

Mi hermano me estrechó aún más fuerte y besó mi cabeza.

—Sabes que para ti nunca voy a estar ocupado, Miriam —se separó un poco y me levantó el mentón con su mano. —Que te quede claro, por favor.

Asentí y sonreí débilmente cuando él también lo hizo.

—Ahora, cuéntamelo todo.

Nuevamente hice un movimiento afirmativo con la cabeza, tomé aire, y le narré a Efrén todo lo que había pasado: desde la cena de bienvenida para Ana, a nuestro viaje en coche juntas la noche que bebí demasiado vino, al encontrarnos a la piscina, y a mi reacción al verla la noche anterior; pasando por las desconfianzas de Héctor y el hecho de que el Instagram de Aitana era como ver el día a día de mi ex en diferido.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora