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—Hmm... Tengo hambre —ronroneé, sin ser muy consciente todavía de lo que estaba diciendo.

No sabía qué hora era, sin embargo, sabía que no era tan tarde como el día anterior. Serían las nueve o las diez, no más. No me solía costar adivinar qué hora era, aunque a veces, durmiendo con Ana, entraba en un trance tan profundo que me despertaba casi desorientada. Lo único que sabía ciertamente, era, en primer lugar, que mi estómago pedía alimento; y el segundo, que era bastante temprano, teniendo en cuenta la hora a la que nos habíamos acostado la noche anterior.

De repente, un montón de recuerdos sobre esta atravesaron mi mente. Bueno, un montón tampoco: los relevantes. Como Ana y yo teniendo sexo en una hamaca del jardín, algo que nunca habría hecho con otra persona y sin la presencia del vino. 

Supuse que en algún momento, una de las dos habría tenido la sensatez de subir a la habitación para dormir allí y no a la intemperie. Pero no sabía cual habría sido: realmente el vino me había afectado. Obviamente, sino, y ya sé que me repito, no hubiese accedido a tener sexo en medio del jardín, por poca gente que hubiera en la urbanización durante aquellas fechas.

—Hubiese preparado el desayuno, pero es que estabas dormidita aquí encima y no quería despertarte —habló Ana, con una voz clara que indicaba que llevaba ya un rato despierta.

—Has hecho bien —ronroneé sobre su cuello, notando como la piel de Ana se erizaba debajo de mis labios. 

Estaba totalmente encima de ella, cómoda y acoplada. Me sentía tan a gusto... Ojalá nos pudiéramos quedar viviendo en aquél paréntesis de calma y felicidad, tan lleno de nosotras.

—Si te digo el rato que llevo mirándote mientras duermes, me denunciarías por acoso.

Reí, sobre su piel nuevamente.

—Yo te he mirado muchas veces, creo que estamos empatadas —hablé, un poco más despierta que antes.

—Ya, pero es que yo llevo mucho rato, pero mucho. Desde que me ha despertado el sol... Porque no nos acordamos de tirar la cortina.

—Uf... —bufé yo. —Pobrecita... ¿Quieres que durmamos un poco más? —pregunté inocentemente, a lo que Ana estalló en risas.

—Eso quisieras tú, ¿no?

Reí levemente mientras que dejaba un beso en la base de su cuello, para levantar la cabeza después y encontrarme con aquellos intensos ojos chocolate.

—Me hace muy feliz estar aquí contigo.

La morena sonrió ante mi declaración, y pasó una mano por mi cabeza, tirando mi pelo hacia atrás y terminando en mi mejilla.

—Y a mí, Miri. Tuviste una gran idea... Si estuviéramos en el pueblo, estaríamos haciendo malabares para vernos aunque fuera cinco minutos...

Asentí tristemente.

—¿Qué vamos a hacer con esto? —pregunté, con algo de miedo.

La morena captó enseguida de qué le estaba hablando.

—Un poco temprano para tener esta conversación, ¿no? —bromeó Ana.

Y seguramente tenía razón.

—Ya, perdona —me disculpé, bostezando. —Mejor que lo dejemos para después de comer. 

—Que es broma, no pasa nada —sonrió ella. —Pero es que... No lo sé. No quiero que te lo tomes como que no lo tengo claro, porque lo tengo muy claro, pero quizás es arriesgado ir contándolo tan pronto.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora