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—Vaya... Qué coincidencia —dijo Mimi, visiblemente sorprendida, mientras se formaba un cruce de miradas general. La rubia llevaba unos pantalones anchos y un top que le cubría únicamente el pecho, dejando a la vista un abdomen trabajado. Durante las fiestas la había visto de lejos, pero hacía tiempo que no la tenía tan cerca. Estaba muy guapa. Siempre lo había sido. Y me jodió un poco. —Nuestros asientos son esos dos —señaló la rubia. —Si no os importa...

Los ojos de Ana encontraron los míos y se apartaron rápidamente. No la culpé; si no los hubiese apartado ella, lo habría hecho yo en cuestión de segundos. Ella llevaba un vestido de tirantes corto de color rojo a conjunto con su pintalabios, veraniego, con algo de vuelo y una cazadora vaquera encima. Realmente se había arreglado... aquello era una cita en toda regla.

Claramente, Mimi no sabía nada de lo que había pasado. Sino, no estarían las dos en el cine como si nada. Bueno, es que, directamente, ¿qué coño hacía Mimi allí? Seguramente, una visita exprés. Apostaría a que, además, había sido una sorpresa. Ahora entendía el mensaje de Ana diciendo que no era un buen momento para hablar.

—Claro que no. Pasad, pasad chicas —reaccionó Héctor con amabilidad, ya que era el mejor cuando se trataba de ser correcto y tomar el control de las situaciones inesperadas.

Se levantó, dejando espacio para que las chicas pudieran pasar; y yo hice lo mismo. Mimi me dedicó una sonrisa, más por compromiso que nada, y yo la reciproqué, mientras que ella pasaba por el estrecho pasillo entre butacas. Ana, en cambio, musitó un "gracias" sin levantar la vista; pero fue inevitable no sentir un escalofrío cuando sus rodillas rozaron las mías y nuestros perfumes se mezclaron, regalándonos recuerdos demasiado vivos de la noche anterior.

—No me lo puedo creer... —murmuró Héctor cuando se bajó la intensidad de las luces.

—Créeme que yo tampoco... —respondí.

Héctor estaba en tensión. Tenía a las causantes de mis quebraderos de cabeza justo al lado. Ana a dos butacas. Y yo no podía ni girar la cabeza para mirarla, porque él lo iba a notar; y Mimi, al otro lado, seguro que también.

Las escuché cuchichear y reír hasta que cesaron los anuncios y empezó la película. Con algo más de oscuridad y las luces apagadas por completo, miré a Héctor, que estaba cómodamente sentado, me rodeaba con un brazo, y con el otro sujetaba las palomitas. Al darse cuenta que lo miraba, me apretó un poco más contra su cuerpo y me dejó un beso salado en los labios. Sonreí nerviosamente, y luego fijé los ojos en la pantalla.

—¿Estás bien? —me preguntó al oído.

—Sí —respondí con rapidez. —No te preocupes —me reafirmé, mirándolo brevemente.

Y juro que intenté que la película captase toda mi atención. De hecho, tampoco tenía muchas alternativas: no me atrevía a girar mi rostro y encarar a Ana. Pero la verdad es que Mimi le susurraba cosas de vez en cuando y yo me estaba poniendo de los nervios al no saber si le estaba comentando la peli o diciéndole obscenidades. Me imagino que la diferencia se notaba cuando Ana le respondía en el mismo tono o cuando simplemente le soltaba una risita. Yo no estaba nada cómoda, y la situación llegaba al límite cuando sentía movimiento pero no las escuchaba hablar: se estaban besando.

Finalmente, sí que me pude concentrar en la película; más o menos. El cine siempre tenía esa virtud de hacerme olvidar de mi vida real por unas horas y ponerme en la piel de los personajes. Quizás era esa empatía la que me había hecho ser de las mejores de mi promoción en la escuela de interpretación.

La comedia era entretenida, nos reímos alguna que otra vez, y cuando las luces se encendieron, tuve prisa por largarme de ahí. Me levanté la primera, con decisión. Héctor me miró sorprendido, pero lo comprendió. Casi involuntariamente, cuando Héctor ya se había levantado también, miré hacia el lado, porque me parecía incluso grosero, irme sin decir nada.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMWhere stories live. Discover now