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Llegadas las nueve y media, no sabía si había hecho bien o no en aceptar la invitación a la cena. Era una persona calculadora, no podía evitarlo, y mi cabeza había ido a mil por hora toda la tarde. Sin embargo ya no había marcha atrás.

Cuanto más lo pensaba, más cuenta me daba que aquello tenía una pinta de cita triple alucinante. Nerea y Aitana que eran ya una de las parejas más consolidadas del pueblo; Amaia y Alfred, que incluso habían formado un grupo de música y estaban planeando irse a vivir juntos pronto; y luego estábamos Ana y yo. Que no hace falta explicar nada más.

Pero es que para el bien de las dos, lo mejor era encontrarnos en un ambiente no tenso, con amigos de ambas. Peor sería cruzarme con ella cualquier día en el súper, por ejemplo.

—¿Sales? —preguntó mi madre, inclinándose en el sofá para verme, en cuanto pasé por delante del salón en dirección a la salida.

Los domingos por la noche, mi padre se acostaba muy temprano para irse a trabajar al día siguiente, así que mi madre se quedaba tranquilita viendo la tele.

—Bua, perdona mamá —dije, parándome delante de la puerta. —Sí, bueno, voy a cenar con las niñas en casa de Amaia y Alfred.

Porque Nerea y Aitana, en casa, eran "las niñas". No importaba cuanto tiempo pasara, siempre las íbamos a llamar así.

—Mañana trabajas, ¿eh? —dijo mi madre, que no podía evitar preocuparse por mí a pesar de que yo había sido siempre una persona cero problemática.

—Es solo una cena, mamá. Luego vengo directa, aunque ellas se vayan al Spice a tomar algo.

—Vale, vale cariño —respondió. —Viven muy bien estas dos.

Sonreí. Aitana había terminado diseño gráfico y Nerea enfermería, y aunque Nerea ya estaba trabajando en Madrid, Aitana ni siquiera había empezado a buscar trabajo. Había dicho que quería esperar a que terminara el verano.

—Ya te digo mamá, cualquier día dicen que se buscan un piso en Madrid con la excusa de ahorrarse la media hora que hay desde el pueblo.

Mi madre se echó a reír. Sabía que tenía razón.

Me puse delante del espejo del recibidor y me arreglé un poco el pelo con los dedos. Me había puesto unos pantalones tejanos largos porque no me fiaba de los mosquitos que había en el jardín de Amaia. Llevaba también una camisa blanca, con bastante escote, y unas sandalias de plataforma plateadas.

—Bueno, si eso es todo, me voy —anuncié, mientras cogía las llaves de mi coche del cuenco que había en el mueble del recibidor.

—Pásalo bien, guapa —dijo mi madre.

Abrí la puerta y me dispuse a salir, cuando su voz me detuvo de nuevo.

—Miriam, oye.

—¿Sí?

—Hoy ha vuelto Ana, ¿verdad?

—Sí —respondí, intentando que el tono de voz no me traicionara.

—¿Sabe Héctor con quién vas a cenar? —preguntó con una neutralidad fingida.

—No —no me molesté ni en mentir. No se me daba bien eso.

—Vale, vale. Disfruta hija. No vengas tarde.

—Hasta luego.

Cerré la puerta y agradecí que mi madre fuera tan comprensiva. Sabía de sobras que tarde o temprano le hablaría a Héctor sobre la cena, así que no tenía de qué preocuparse.


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Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMWhere stories live. Discover now