Gaiaa

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Me quedé en silencio sin entender aun lo que había intentado decirme; yo sabía que algo estaba cambiando, pero no me molestaba en lo absoluto que sucediera.

Los ruidos provenientes de la puerta llamaron mi atención hasta que distinguí las voces de las personas que habían llegado. Susei y Valentina sujetaban algunas bolsas, al parecer habían ido de compras.

—¡Hola! —la pequeña Vale fue la primera que me miró y llegó a saludarme, dejando sus bolsas sobre el sillón.

—Déjalas por aquí y que el empleado las suba como al resto de las cosas que adquirimos — le indicó su mamá llegando hasta donde yo me encontraba, —Majo —pronunció mi nombre.

—Compraron muy poco, ¿No les parece? — comenté sarcástica poniéndome de pie.

—¿Tú crees? —dijo la mujer plantándose frente a mí.

—Sí —sonreí irónica, —Con el dinero de mi papá podrías compras todo Gucci si quieres —miré como levantó la ceja notando la burla que iba inmersa en mis palabras.

—Es lo que haré apenas pueda —dijo con naturalidad haciéndome asentir, de verdad estaba siendo muy descarada.

—Suerte con eso —finalicé esa conversación caminando hacia las escaleras para llegar a mi habitación.

Susei siempre lograba hacer que me enojara, el sentimiento que tenía hacia ella era tan fuerte y negativo que sobrepasaba mis límites y me desgastaba.

Cuando llegué a mi habitación me acerqué a la cama y tomé asiento el suelo, sosteniendo el celular entre mis manos tecleé otro mensaje para Daniela.

Daniela

Vine a visitar a mi papá, su prometida me tiene harta.

Enviado, 07:21 P.M.

Una lagrima escurrió de alguno de mis ojos en el momento que envié ese mensaje, si mi mamá estuviera viva no tendría por qué estar viviendo de esa forma.

Cada que tenía crisis de ese tipo me maldecía y maldecía mi vida, sentía que me estaba consumiendo, igual que una cera con la mecha prendida.

Daniela

Respira profundo, y piensa en lo que te haga más feliz.

Recibido, 07:23 P.M.

Leí en el momento que me llegó la notificación de su respuesta, seguía escribiendo.

No dejes que influya energía, cosita.

Recibido, 07:23 P.M.

Leer aquel adjetivo con el que se había referido a mí fue extraño, pero no de una forma fea, no me había desagradado.

Releí aquel mensaje encontrando ahora tierna la forma en la que me había llamado, haciéndome olvidar el rato amargo de minutos atrás.

¿Era normal que pensara que ella era la única que últimamente me hacía feliz?

Quizá era muy poco el tiempo en el que la conocía, quizá también aun no lograba definir bien cómo es que ella impactaba así en mi vida, pero estaba consciente de me que gustaba la forma en la que me hacía sentir y el cómo me trataba, me gustaba poder saber que alguien, además de Paulina quisiera conocer más de mí sin miedo a lo que pudiera encontrarse.

-

El día siguiente los golpes sobre la puerta de mi cuarto hicieron que me despertara, fruncí el ceño al recibir la luz del día, negándome al hecho de dejar entrar a alguien tan temprano en mi habitación.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora