Tipi

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Desperté después de escuchar un ruido muy fuerte fuera de la casa. Me senté y aún sosteniendo mi pecho traté de tranquilizarme.

—¿Pasa algo? —preguntó Daniela aún acostada con sus ojitos llenos de sueño.

—No estoy segura —contesté parándome para salir de la habitación y observar por la ventana hacia las demás casas.

Abrí ligeramente la puerta y como era de esperarse había comenzado el día, aún no tenía claro bien qué hora era.

—Señorita, ¡Buenos días! —un joven llamó mi atención mientras me saludaba, —¿Les servimos el desayuno o preparara aquí en la casa?

—Hola —lo saludé, —¿Se escuchó un ruido? —ignoré su pregunta aún inquieta por la forma en la que me había despertado.

—La pipa de agua estaba descargando y emitió ese sonido, una disculpa —asentí escuchado que la puerta se abría.

Me giré para ver a Daniela, recién levantada, con su cabello totalmente al aire libre, se veía muy fresca, me moría por acercarme a ella y abrazarla.

—Vamos a la cama —me regresé con ella para sostener su cintura.

—¿Todo está bien? —asentí escuchando como el joven le daba la misma información que a mí, —Sobre eso, ¿Si hay agua caliente para la ducha? —averiguó.

—Únicamente en los Tipi, nos reservamos a mantener ahí la experiencia, —la castaña le agradeció escuchando como insistía por servir el desayuno.

—¿Quieres comer ya? —sostuvo mi cintura y espero a que contestara.

—Quiero dormir —hice un puchero mientras la miraba sonreír.

—Que sean dos desayunos de especialidad, por favor —ordenó al muchacho diciendo que en treinta minutos regresaba con el servicio.

El chico se fue dejando por fin que Daniela volviera a la casa, me dirigí de nuevo a la habitación y esperé a que ella llegara.

—¿Dormimos 26 minutos más? —preguntó acostándose a mi lado.

—Yo dormiré quizá un poco más —me arrunché en ella distraía en el aroma que aún tenía por el baño de anoche y cerré mis ojos.

—Aquí no hay recepción —levanté un poco el rostro para ver lo que hacía, tenía el teléfono en sus manos.

—Que bueno —sonreí de nuevo sobre su cuello, dejando un beso en su piel, —No me gusta despertar temprano —me quejé dándome la vuelta, no podía volver a dormir.

—Casi son las diez —escuché que dijo mientras se acercaba ahora ella y con sus brazos me rodeaba.

—Eso no debería importar —formé un puchero acomodándome boca arriba.

—Eres una consentida —dijo antes de empezar a dar besos cortos sobre mi mejilla, y luego mi nariz, finalizando en mis labios.

—Así te gusto —decidí ya no negarlo y empezarla a adaptar a eso.

—Que segura estás de eso —respondió mientras acariciaba mi abdomen, —¿Después de desayunar subimos?

Manifesté estar de acuerdo colgándome de su cuello para atraerla a mí y poder besarla, de un momento a otro la sentí sobre cuerpo, era la primera vez que eso sucedía y la sensación que me dejaba experimentar estaba acabando con la poca cordura que me quedaba.

Su boca aún seguía ocupada con la mía mientras que su pelvis descansaba sobre mí, mis manos se fueron directamente a su trasero, ese mismo que la noche anterior me había captado admirando.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora