Carandaí

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El tiempo pasó y con ello el agua se enfrió, probablemente nuestra piel sufría las consecuencias, pero esa tarde había sido por mucho la mejor que había pasado en mucho tiempo.

Nos pusimos de pie y abriendo la regadera terminamos por darnos una ducha; Daniela había decidido salir antes para poder pedir la cena, yo en cambió me había quedado bajo el chorro de agua disfrutando el ambiente, estaba a punto de oscurecer.

Cuando supe que era necesario salí del agua colocándome una toalla de baño blanca, mi cabello caí aun por mis hombros, me sentía lo suficientemente relajada.

Cuando volví al Tipi noté que la iluminación que emitía aquella área redonda se había tornado rosadas, las cortinas de la carpa estaban medianamente más abajo que antes de que me metiera al baño y Daniela parecía estar muy entretenida en la chimenea y ahí la admiré, traía puesta una bata como la mía solo que a diferencia de mí llevaba puestas sus gafas haciéndola ver un tanto más sensual de lo que ya era.

—Creo que está listo —pronunció poniéndose de pie, había logrado que la madera tomara un tono entre rojo y naranja que indicaba que estaba prendida, —No creo que tarden con la cena —me avisó al verme tallar mis ojos, —¿Tienes sueño? —asentí en medio de una sonrisa pegándome a su cuerpo para abrazarla.

—Me relajé mucho —comenté tratando de no cerrar dormirme.

—Después de la cena prometo no hacer que te desveles para que descanses —pareció comprensiva aun sujetando mi cintura.

—Después de la cena sigue el postre y ten por seguro que el sueño será de lo que menos nos tendremos que ocupar —sonrió sorprendida, captando lo que trataba de darle a entender, —Eres hermosa, Daniela —profesé sin contenerme, lo que sentía por ella se estaba desbordando y esa tarde había sido la culpable.

—Tú eres la más bonita —contestó mientras acariciaba mis mejillas, —La más —repitió dejando un beso en mis labios, —Bonita —terminó de decir en medio de un beso más prolongado.

¿Cómo le hacía para hacerme sentir de esa forma?

Apenas hace dos días no estaba del todo segura de querer ser solo de ella y ahora sentía la necesidad de serlo, tenía la necesidad de sentirme querida por ella, de agradarle e intentar ser su historia diferente.

El intercomunicador se escuchó y con ello nuestra separación se hizo inminente. Mientras ella fue para contestarlo yo me dirigí a la cama para buscar mi cepillo y desenredar mi cabello.

—Muchas gracias —la oí decir antes de colgar.

La vi aproximarse a mi para tomar el peine en sus manos y comenzar a pasarlo por mi cabello; yo había quedado sentada en la cama y ella permanecía de pie a mi lado. Cuando termino sentí que tomó lugar detrás de mí, una de sus manos se había encargado de rodear mi cintura y la otra apartaba mi cabello al lado contrario de donde estaba ella.

Sentí que plasmo un beso sobre mi mentón y en seguida en mi cuello, estaba dejando un camino de besos hasta el lóbulo de mi oreja.

Mi piel se erizó ante su contacto haciéndome perder la postura, suspiré medianamente recargada sobre ella. No sabía cuánto tiempo iba a aguantar sin tocarla, pero no planeaba estropear la cena que tendríamos, después de eso la noche seguía siendo larga.

—¡Com licença! —un grito en el idioma natal del país en el que estábamos interrumpió ese momento haciéndome sobresaltar.

—Llamaron para avisar que subirían —oí la voz de Daniela muy cerca de mi oreja, cuando vi que tenía la intención de salir impedí que lo hiciera sin antes darle un pico.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora