Manicura

26.1K 1.9K 630
                                    

Evitando reír al ver a Carolina quitarse el exceso de agua en su cara presté atención en Daniela, quién se levantaba furiosa.

—Espero que con eso se te haya bajado la calentura —le dijo antes de voltearse para brindarme su mano, —Esta chiquita es mía, que te quede claro —refunfuñó para después jalarme con ella hacia la salida.

Íbamos con rumbo a la Jeep, y no sabía muy bien que hacer para que su enojo cesara, al final yo no había estado involucrada con aquel altercado.

—¿Quieres que yo conduzca? —comenté de la forma más idiota observando que se detenía.

—Quiero esto —se volteó para sujetar mis mejillas e impactar un beso sobre mi boca.

Sin previo aviso mordió mis labios a su antojo y con necesidad, como queriendo hacerme saber que ella era la única que podía hacerlo.

—Eres una celosa —hablé apenas tomó distancia, notando su quijada contraída.

—¿Y ahora me vas a decir que tú no eres celosa? —levantó su ceja esperando por mi respuesta.

—En mi defensa Abisambra te estaba dando besos y Carolina solo me estaba viendo —aclaré sujetando su chaqueta para que no se alejara de mí.

—Con que Carolina —asintió lentamente levantando los labios en un puchero de bebé enojada.

—Eres muy graciosa, ¿Lo sabías? —besé su nariz y luego su mejilla.

—Vamos a comer a otro lado —pronunció su puchero haciendo que ahora yo fuera quien sujetara sus mejillas y la besara.

Luego de asegurarme que estuviéramos bien y sin incomodidades acordamos en ir a un restaurante de comida peruana, ese sitio era el único en el que según ella el sabor del ceviche era lo más cercano al de aquel país.

Al salir me pidió que la acompañara a su penthouse para que tomara una ducha y posteriormente ir a Neptuno. Sin oponerme, fui con ella, esta vez me grabé de memoria la zona en la que se ubicaba el edificio.

Mientras esperaba a que saliera de la ducha me quedé esperando en el balcón que tenía vista al mar, desde antes de viajar a Brasil quería dedicar algunos días al sol y a tirarme en la arena para que mi piel tomara un color más bronceado, pero nada más no había podido.

Sentándome sobre una de los sillones de la sala de ese espacio comencé a navegar en Instagram, más y más fotos de otras playas se asomaron en mi inicio haciendo que dejara el teléfono de lado.

¿Qué podía hacer para que Daniela me acompañara?

—Listo, cosita —el sonido melodioso de la mujer por la que esperaba cautivo mis instintos haciendo que la buscara con la mirada.

Con unos leggins negros y botines del mismo color, acompañados de un polo vino y un saco blanco con líneas verticales negras se asomó, sus labios pigmentados con el mismo tono de su blusa hicieron que me sintiera atacada, así que me levanté de inmediato para verla de cerca, su cabello estaba lacio y sus cejas enmarcaban su rostro de esa manera que tanto alucinaba.

—Que preciosa —expresé volviendo a mirarla de pies a cabeza.

—Cuando quieras nos vamos —sonrío provocándome, el tono del labial que usaba estaba pudiendo conmigo y mi autocontrol.

—¿Y si mejor nos venimos? —propuse colgándome de su cuello al acomodar mis manos sobre sus hombros.

—¿A dónde? —preguntó para molestarme, claro que sabía a lo que me refería.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora