Éxtasis

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Sus manos recorrieron mi piel después de llevarme al éxtasis.

Daniela me enloquecía de todas las formas existentes, su cuerpo desnudo contra el mío debajo del agua era una sensación que quería por mucho tiempo, amaba la temperatura que emanaba, también la presión con la que sus piernas se aferraban a mi cintura.

Su boca finalizó su paseo sobre mi cuello para mantenerme abrazada a ella. No sabía cuánto tiempo habíamos estado en la alberca pero nos habíamos tenido ya una a la otra.

—¿Cómo haces para provocarme tanto? —rompí el silencio dejando un beso sobre su cuello, —Tú eres la responsable de todo esto que siento —levanté mi cabeza para buscar su mirada, ambas estábamos agotadas.

Sonrió ligeramente antes de besar mi frente.

—Si tú supieras lo que me haces sentir —abrazó nuevamente mi cuerpo, —Estoy dispuesta a todo por ti —disfruté su abrazo cerrando los ojos, no quería cambiar ese momento por absolutamente nada en el mundo.

Después de recuperar nuestras fuerzas salimos de la piscina en dirección a la regadera simple que se encontraba cerca del balcón de mi habitación.

Envolviendo una toalla en mi cuerpo y ofreciéndole una a ella sujeté su mano hacia mi pieza. Abrí el ventanal que dividía ambas zonas iluminando el cuarto al momento.

—Iré a buscar algo para ponernos —con el consentimiento de Daniela me fui directamente al clóset, en dónde saqué un par de batas de noche; le tendí una rosada y yo me puse le otra, dejando en la cubo de la ropa sucia las toallas removidas.

Volviendo a excusarme fui a hacer uso del baño, además aproveché para acomodarme el cabello dándome cuenta del desgaste que tenía mi piel por el tiempo pasado dentro del agua.

Al salir a la habitación me encontré con Daniela de nuevo afuera, había regresado por la botella de vino.

Observé cómo sirvió el contenido en la copas y las sujetó, después de eso su vista se posó en el paisaje que teníamos al frente.

No tardó más de dos minutos antes voltear para encontrarse conmigo.

Sonrió ampliamente dejando en mis manos una de las copas, sujetando mi mano libre para llevarme hasta uno de los cojines en los que para la cena habíamos ocupado.

Tomé asiento frente a ella, dándole un sorbo a la copa que me había dado, viéndola hacer lo mismo a ella.

—¿Te gusta vivir aquí? —preguntó acercándose más a mí, pasando sus piernas por encima de las mías, quedando totalmente frente a mí.

—Era mi lugar favorito antes de conocerte —la sonrisa que me regaló en ese momento hizo que sintiera mariposas en el estómago, no dejaba de sorprenderme el efecto que tenía en mí.

—Es muy bonito, todo —admitió dejando en el suelo la copa que estorbaba en su mano.

—Eres más bonita tú —aclaré besando rápidamente sus labios para luego terminarme el contenido del vaso y dejarlo a un lado.

—Quería hablarte sobre algo —mencionó después de devolverme el pico que le había robado.

—Dime lo que quieras —susurré acariciando sus mejillas.

—El domingo mientras peleábamos me llamaste mi amor —comentó sonrojándome, sin quererlo me alejé de ella por la pena que se acumulaba en mis mejillas.

—Yo... —traté de formular para justificar mis palabras, pero claramente sabía el motivo por el cual la había nombrada de esa forma y no faltaba mucho para que se lo dijera, —¿Te molestó? —indagué antes de parecer la persona más cursi del planeta.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora