Inestable

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La imagen borrosa de Daniela sacudiéndose el vestido hizo que me diera cuenta de lo que había hecho. Con una de mis manos tape mi boca y luego observé a Valentina mirarme con asombro.

—Pochi, ¿Estás bien? —negué para Laura quién tomó la cartera de mi mano.

—Necesito... —de nuevo arqueó mi cuerpo espantando a la pelinegra que me observaba. Con rapidez pase de ella y corrí a los baños.

No sabía como lo había hecho, pero terminé de vomitar en uno de los escusados que estaban desocupados.

La molestia iba en incremento, tenía la necesidad de seguir vomitando aunque ya no sacaba nada. Mi cabeza comenzó a aturdir y con ello el ardor en mi pecho consecuencia de lo arqueos fallidos que se hacían repetitivos.


El dolor en mi cabeza me trajo a la realidad, básicamente no recordaba nada de lo sucedido después de que me abracé a la taza del baño en mi necedad de seguir vomitando.

Abrí los ojos encontrándome sobre la cama de la habitación en el hotel, traía un par de cobijas encima y las cortinas permanecían cerradas.

Mi cabeza volvió a reclamar su lugar sobre la cabecera y ahí, mientras volvía a cerrar los ojos recordé el motivo que me tenía en esa situación.

Daniela Calle.

Tapé todo mi cuerpo al sentir que me volvía a rasgar, no estaba conmigo, no había estado soñando.

Mi mente de nuevo trajo el momento de la noche anterior, ¿Cómo era que una mujer cualquiera iba a venir a decirme que mi amor era su esposa?

Mi pensamiento quemaba y la pregunta sobre lo que había hecho mal seguía constante en mi cabeza.

Las lágrimas comenzaron a brotar sin pedirme permiso y así me mantuve mientras cerraba los ojos. Me dolía tanto que no podía evitarlo, me incendiaba sin piedad y provocaba llagas en todo mi interior. 

Suspiré al sentir que el aire me faltaba, quería que Daniela estuviera ahí conmigo diciéndome que era un mal sueño y que solo me quería a mí. Sollocé de nuevo, estúpida María José.

Lloré por un rato más hasta que me cansé de estar ahí siendo patética. Aún con el dolor de cabeza me levanté al baño y luego a la ducha, ni siquiera me había dado cuenta que traía puesta la pijama.

Me bañé sintiéndome miserable, podía sentir que mis lágrimas se confundían con el agua que corría y eso me dolía más. Hacía mucho tiempo que no me veía en esa situación del desamor.

Tomé el primer pants que encontré y luego busqué en mi maleta el dinero que llevaba, junto con las tarjetas y los documentos que necesitaba para viajar.Antes de salir de la habitación eché un vistazo por la ventana, probablemente seguía siendo la madrugada.

Abrí la puerta sintiendo que mi cabeza reclamaba la luz existente en el pasillo, pero ya no quería seguir ahí, al llegar elevador me di cuenta de la hora llevándome una sorpresa, no era la madrugada, ya había vuelto a anochecer.

Faltaban 20 minutos para que fueran las 7 de la noche.

Suspiré una vez más presionando el botón al lobby, cuando llegué pedí un taxi con dirección al aeropuerto. No le avisaría a nadie y menos me iría con alguien quería tiempo para pensar las cosas.

Subí al auto revisando que en las bolsas de mis pantalones estuviera lo necesario hasta que me di cuenta que no llevaba el teléfono. Aquel detalle me recordó a Daniela y de nuevo se aguaron mis ojos.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora