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Sorpresa, sorpresa.

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Me encantan los fines de semana, son perfectos para descansar. Eso para cualquier persona normal, menos para mí. Tengo un castigo que cumplir, y la verdad, mis padres se las cobran como deben. Sábado por la mañana, excelente para despertar tarde, esa es la perspectiva. Mi realidad, Ray y Faith no son niños normales, ¿Quién demonios se despierta a las cuatro de la mañana? Ellos, mis hermanos pequeños. A mi padre se le ha hecho muy fácil levantarse para dejarlos en mi habitación. Con el par sobre mi cama, haciendo ruido excesivo, inicia mi día.

Faith habla mucho, nunca para. No sé cómo alguien tan pequeño puede guardar tanta energía, ni sé cómo con solo cuatro años, puede crear el mejor plan que exista en el mundo. Ray, es otra cosa mariposa, se encuentra en esa etapa de aprendizaje donde se queda con todo lo que puede y lo que no debe.

Cierro los ojos mientras ellos ven televisión, si así pudiese recuperar mi sueño, fabuloso sería.

No sé en qué momento exacto me he dormido, pero supongo que ha sido el tiempo suficiente como para que desordenaran el mueble de los juguetes, cosa que por supuesto me tocará ordenar a mí. Les riño para que no vuelvan a hacerlo, pero es gastar saliva en nada, a ellos por un oído les entra y por otro les sale.

Medio día, me toca darle de comer a ambos. Con Ray embarrándome todo el puré de sus manos en las mías, y Faith insistiendo en que le corte la carne aún más, cuando la verdad es que solo me falta masticarla por ella. Mi padre parece divertido con la situación, me niego a mantenerle la mirada, porque su solo gesto burlesco me enfada de gran manera. Mi momento feliz llega cuando ambos toman su siesta, y puedo ser libre por al menos una horas. O eso suponía, porque según mi madre, parte de cuidarlos es ordenar su desastre, lavar la ropa y todo lo que puedan ensuciar. No reniego de nada, sino, el mes se me puede convertir en más tiempo, y entonces sí, me vuelvo loca.

Termino de meter las pequeñas ropas de mis hermanos a la lavadora, jodidos niños, todo lo ensucian.

Mi móvil suena, y al ver el remitente, contesto de inmediato.

—Rose aquí, hable quien esté allá. —Digo alegremente y me apoyo en la pared.

—Amiga, tengo el chisme de la vida. Tenemos que vernos al son de ya, ¿Vamos por un café?

—No puedo, tengo que cuidar a mis hermanos. Y ni loca me voy con ellos a la calle, al menos no yo sola.

— ¡Joder! —se queja. —Enhorabuena que a mi madre no se le ocurrió parirme un hermanito. Ya sé, podemos ir en la noche a la fiesta de mi prima, es su cumpleaños.

—Tampoco puedo. Y si es tu prima, esa que tuvo la excelente idea que me tiene castigada ahora, menos. Si mis padres me montan otro pollo, mínimo tengo castigo hasta que termine la carrera. —Le escucho bufar.

—Vale, que ya entiendo, me doy un canto en los dientes entonces. —Debería estar durmiendo mi siesta, pero no, estoy aquí de esclava de los críos. —Ya que ahora mismo no molas, Rose, ni tampoco ayer. Te iba a preguntar si me pasas el nombre de tu padre... completo.

— ¿Para qué?

—Para enviarle a investigar, y secuestrarlo. —Dice con mofa. —Obvio que para dirigir mi carta de pasantías a él, digo, a su empresa. A no ser que tú me ayudes con eso.

—Te diré, mi padre me ha dicho que envíe mis papeles a la empresa para ver si me aprueban, así que, como que de ayuda no te funciono ahora mismo. —Bostezo, no doy para más. —Anda, deja estar ese asunto y dime el chisme.

TAN CERCA DE MI©Where stories live. Discover now