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De idiotas, y nuevas personas.

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Durante el desayuno, les muestro mi mirada más desafiante, algo que ellos ignoran por completo, pues siguen conversando con normalidad. Manuel se despide de todos cuando llegan por él, si mis compañeros vivieran cerca de casa, ¿También tendría esa oportunidad? Claro que no, mis padres consideran que mis compañeros están locos y que nadie nunca corrige su comportamiento de primates. Miro mi reloj, debo coger camino a la universidad, o nuevamente voy a tener problemas con el licenciado aburrimiento. Dejo mi banco, para ir a dejar mis trastes sucios en el lavadero.

Me despido de ellos con un asentimiento, ayer no quisieron escuchar mis razones por las cuales no necesito al insoportable, y estoy muy indignada. Tras ir a mi habitación para lavarme los dientes, me dirijo a la salida. Sonrío al no notar la presencia de cierta persona, en el cuarto de descanso de los de seguridad solo se encuentra el tío Luke, muevo la mano para saludar. Ojalá que el tipo ese se haya dormido y no le dé tiempo para aparecerse por aquí, digo, sería muy lamentable, pero su falta de compromiso merecería un despido. No se lo deseo, pero sí sucede, es si culpa.

Mi sonrisa triunfante se borrar al verle, está apoyado de espalda en el auto, con las gafas oscuras cubriendo sus ojos. Al percatarse de mi presencia, se recompone, da unos pasos para abrir la puerta de atrás.

Y no, señor.

Camino a paso rápido para cerrarla, y ser yo quien la abra, puedo hacerlo solicita.

—Buenos días, señorita. —Dice cuando me estoy subiendo al auto.

—Si le ves lo bueno, buenos serán. —Murmuro tirando de la puerta. Parece hacerle mucha gracia lo que digo, pues noto su sonrisa cuando se inclina.

—Dos —blanqueo los ojos. —El día toma el rumbo que le diga tu actitud.

Vaya, qué interesante.

No digo más. No somos amigos, no hablamos.

En el camino, me dedico a ver por la ventana. Es mucho lo que me encanta esta ciudad, no imagino siquiera cómo hubiese sido crecer en Seattle, el lugar me gusta, pero no es lo mismo que estar aquí. Madrid tiene algo que me hace sentir en casa siempre. La razón por la cual nos venimos, no fue la mejor, pero sé que todo sucede por algo, y tal vez fue cosa del destino traernos a mi familia y a mí hasta aquí. Aunque cuando visitamos a los abuelos, no me quejo, se viven las vacaciones al máximo.

Cuando el auto se detiene en el estacionamiento, me cuelgo la mochila al hombro y salgo del mismo sin esperar a que me abra la puerta. Al escuchar la puerta del auto cerrarse, me giro para verle, está activando la alarma por la parte de enfrente.

—Tengo clases hasta las cuatro de la tarde, no creas que debes entrar a mi salón, da vueltas por todo el sitio como quieras, no es necesario que vayas tras de mí todo el tiempo, ¿Entendiste?

—Por supuesto, señorita. —Responde llegando a mi lado.

Bufo fastidiada, resoplando con fuerza, lo que le he dicho no le ha importado para nada. Pues va tras de mí, no importa si acelero o disminuyo mis pasos, me sigue. Este tipo necesitaba de unas buenas clases con Ever antes de que se fuera. Me cruzo entre los grupos de gente que se hacen en plena entrada, tanto espacio en el recinto para que ellos elijan quedarse en el sitio donde hay más movimiento por la mañana. Avanzo con toda la pereza, incluso llego a bostezar un par de veces. Me adentro en mi salón, el licenciado aburrido ya ha llegado. Miro mi reloj para cerciorarme de que estoy a tiempo. Restan algunos minutos para la entrada todavía, lo que me da el tiempo justo para disculparme con el hombre, aunque sigue siendo un dolor de riñón.

TAN CERCA DE MI©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora