51: Duras revelaciones

18.1K 2.7K 593
                                    

Dedicado a mi linda mariugebf, que ha sido incondicional en todo momento. Espero que te guste♥

Mi pobre corazón ya no soportaba más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi pobre corazón ya no soportaba más.

Si no me mataba todo lo sucedido con Andrés en las últimas horas, lo haría la tensión generada por el evento que estaba por empezar.

Nos bajamos del autobús y de inmediato nos pusimos en estado de alerta cuando nos adentramos en un barrio no tan «seguro».

Mientras caminábamos, no pude evitar notar que las personas de la zona nos miraban identificando que no éramos de allí. Intenté no prestarles atención y continuar, hasta que llegamos a la casa del abuelo.

Nos detuvimos frente a la puerta, y sentí un tirón en mi estómago debido a los nervios. Andrés me dio una suave palmada en la espalda para brindarme ánimos, así que respiré hondo y toqué el timbre.

Toqué varias veces, hasta que perdí los nervios que me generaba el encuentro y solo me confundí. ¿Habría salido?

—No entiendo, pensé que estaría —le dije a Andrés.

—Son apenas las ocho de la mañana, es probable que siga dormido.

Una señora que venía caminando por la misma acera en la que estábamos nos observaba con el ceño fruncido. Esquivé su mirada para evitar problemas en aquella zona, era lo último que necesitábamos. No obstante, ella abrió la puerta de la casa contigua y, antes de adentrarse, nos llamó.

—Chicos —pronunció, su mirada llena de recelo—, ¿a quién buscan?

—Al señor José Arturo Ríos —contestó Andrés por mí—, ¿sabe si está en casa?

Ella se cruzó de brazos.

—¿Para qué lo quieren?

—Es mi abuelo. —Di un paso al frente e intenté sonreír con cordialidad—. Me invitó a verlo hoy, así que... Aquí estamos.

La señora pareció relajarse un poco, y señaló su puerta.

—Entonces vengan, chicos. Pasen.

Andrés y yo nos miramos confundidos, a la vez que entendíamos lo dudosa que era aquella invitación. De por sí, estábamos en un barrio que no conocíamos, de una ciudad que no era la nuestra, y una extraña nos estaba invitando a pasar a su casa. Lo racional habría sido rechazar la invitación.

Pero no lo hicimos.

Por algún motivo, ambos nos acercamos sin siquiera discutirlo antes. Por supuesto que Andrés lucía desconfiado, muchísimo más que yo. Entramos a aquella casa que olía a café y pan dulce. Las paredes estaban pintadas de naranja con decenas de fotografías familiares colgadas, así como cuadros de paisajes que solo le daban al lugar un aspecto sobrecargado.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora