66: Metas

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Dedicado a AnahiMartinez008 ♥

Antes de que Aslan llegara a nuestras vidas, mamá y yo no celebrábamos navidad

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Antes de que Aslan llegara a nuestras vidas, mamá y yo no celebrábamos navidad.

En casa del abuelo no era una prioridad, y cuando mamá me tuvo, tenía que usar su dinero para cosas más importantes. Aslan tampoco era devoto de las fiestas —él podría ser feliz viviendo debajo de una roca—. Pero cuando nos mudamos todos juntos, mis dos padres decidieron empezar a regalarme la experiencia de la navidad: de los regalos, de la espera por la medianoche, de las películas decembrinas que nos hacen creer que navidad es igual a nieve cuando en Buenos Aires diciembre es sinónimo de humedad, calor, y apagones.

La mañana del 25 de diciembre, mamá nos hizo un desayuno con las sobras de la cena —era mi comida favorita del año—, antes de abrir los regalos.

Mis padres le obsequiaron a Augusto un juego que le hizo brincar de la emoción. A mí me obsequiaron un celular nuevo y tuve que juntar toda mi madurez para no ponerme a chillar como si tuviera la edad de mi hermano menor.

Por mi parte, había armado cinco regalos —con mis ahorros y creatividad—:

El primero, un pijama rosado con estampado de tacitas de café para mamá. El segundo, un pijama azul marino con estampado de medialunas para papá —para que ambos estuvieran combinados—. El tercero, un disfraz de Capitana Marvel para mi hermanita en camino —la semana anterior mis padres descubrieron que sería una niña—. El cuarto, dos juegos de walkie talkies y binoculares para Augusto —él mismo me los había pedido para jugar con Bruno, me dio miedo averiguar para qué los querían—. Y quinto, un baúl para Andrés con varias sorpresas dentro.

Este último recibiría su regalo en febrero, aun así, se lo había armado con muchísimo cariño.

Después del intercambio de regalos, me encerré en mi habitación para configurar mi teléfono nuevo. Lo primero que hice fue descargar WhatsApp y enviarle un mensaje a Andrés.

Yo: Feliz navidad, extraño.

Empecé a configurar otras aplicaciones en el teléfono hasta que su respuesta llegó:

Andrés: :)))))))))))))))))))))))))))))

Vaya. Él, que nunca usaba emojis ni nada parecido, debía estar bastante alegre como para enviar una carita feliz con tantos paréntesis. Le sonreí a la pantalla de forma atontada.

Andrés: Feliz navidad, tú. ¿Estrenando tu regalo?

Yo: ¿Es muy obvio?

Andrés: Un poquito.

Empecé a teclear respuestas pero las borraba al instante. «Te extraño», «¿quieres que hagamos una videollamada?», «ojalá estuvieras aquí», «amé tu regalo», «quiero verte». No sabía qué decirle ahora, no sabía cuál era nuestra situación, no sabía cómo se sentía hacia mí después de dos meses de distancia.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora