70: Sentimientos

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Dedicado a adrianadelajaille.

El tiempo se hacía eterno cuando uno más quería que acelerara

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El tiempo se hacía eterno cuando uno más quería que acelerara.

Mi mañana transcurrió lenta, no habíamos tenido demasiados clientes y dado que mi tío Diego pasó todo el día en el café no quise sacar mi celular para revisar mensajes o redes sociales. Sabía que a él no le importaba demasiado, en especial si no había clientes en espera, aun así me gustaba quedar bien con él y con mi trabajo.

Después de la hora de almuerzo, acompañé a mi tío al almacén para revisar inventario. Posterior a ello me pidió que terminara de contabilizar los productos que allí se encontraban y verificar que coincidiera con la lista que él tenía. Él estaba considerando implementar cambios en el café, y antes de ello, quería hacer un diagnóstico pleno de cómo rendía su local.

No conforme con eso, me hizo acompañarlo a comprar algunas cosas sencillas que hacían falta. Cuando volvimos al Café Porteño, pensé que estaba cerca que mi turno terminara, pero no. Apenas eran las cuatro y treinta.

—No puedo creer que aún faltan dos horas para irme —suspiré, recostándome de la barra cerca de Sofía.

—¿Dos horas? —repitió—. Pensé que ibas a cubrirme hoy, Belén.

Chasqueé la lengua recordando que ella tenía razón. Sofía tenía una cena familiar así que me había pedido el favor de cubrir sus horas al final del día, y ella me cubriría en otra ocasión. Demonios, debía quedarme allí hasta las nueve de la noche para después cerrar.

—Tienes razón, lo había olvidado.

Entonces sucedió, sin aviso y sin planificación.

Andrés estaba allí.

Mi mirada fue a dar con él de forma automática, paralizando mis instintos y sentidos, erizando cada uno de mis vellos, haciendo que mi cuerpo se calentara de a poco y mis mejillas lo evidenciaran. Andrés permanecía sentado en una mesa alejada con sus dos amigos de la universidad. Vestía una franela blanca y fresca que combinaba con su piel cremosa; las pequeñas ondas que se formaban en las puntas de su pelo delataban que estaba un poco más largo, mas no demasiado. No pude evitar sonreírle al ver cómo sus labios se mantenían entreabiertos, sus ojitos chocolate lucían sorprendidos pero afables mientras me observaban.

Le dijo algo a sus amigos y luego se levantó para caminar en mi dirección. Dejé de sentir el suelo debajo de mis pies y mis manos empezaron a temblar.

Este era el momento.

Finalmente estaba allí frente a mí después de semanas de incertidumbre.

Su colonia invadió mis fosas nasales, encendiendo mi llama interna y devolviéndome a la realidad: que ahora estaba del otro de la barra, con una expresión tan confundida como cariñosa. Pude percibir que estaba tan nervioso como yo.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora