65: Pingüino

15.2K 2.5K 219
                                    

Dedicado a flakitaan1

La mañana de mi graduación escolar estuvo llena de sentimientos encontrados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La mañana de mi graduación escolar estuvo llena de sentimientos encontrados.

Empezando porque la noche anterior llegué mucho más tarde lo planificado y los Amato ya se habían ido. Sin poderlo evitar me puse a llorar en mi habitación por haber perdido la oportunidad de ver y hablar con Andrés sabiendo que no volvería hasta dentro de un mes y medio.

Lo había notado tan distante conmigo que durante semanas no supe cómo reaccionar. Incluso le llegué a preguntar si me estaba evitando. Él solo contestó que estaba intentando de salvar su cuatrimestre, lo cual era perfectamente válido.

Me sentí tonta al pensar que tenía un problema conmigo.

De todas maneras lo extrañaba. En cada actividad que llevaba a cabo pensaba en él: en las mañanas durante las clases, en las prácticas de baile, incluso tenía a mi psicóloga cansada de escuchar tantos relatos sobre Andrés Amato.

Lo primero que hice mientras lloraba como una tonta en mi habitación al descubrir que los Amato ya habían partido al aeropuerto fue escribirle a Andrés al chat de Facebook.

«Perdoooooona, no sabía que las cosas iban a suceder así, tampoco calculaba que el carro de la tía Teresa se quedaría accidentado. Ya debes estar en Ezeiza. Quería que nos viéramos esta tarde :(. Qué tengas un buen viaje, disfruta de tu familia, y ten cuidado con las turistas golosas cuando hables en italiano

La única respuesta que obtuve fue un:

«También quería verte. Ya estamos embarcando, te aviso cuando lleguemos a Módena

El problema de chatear con Andrés era que él no usaba emojis, ni signos de exclamación, ni nada que te permitiera imaginar cómo se sentía. Todos sus mensajes eran neutros, así que jamás sabía si estaba molesto o feliz mientras escribía.

Llegar a Módena le tomaría más de quince horas, por lo que no obtendría noticias suyas hasta después de mi graduación.

La pancita de mamá empezaba a hacerse notoria, en especial con el vestido que había seleccionado para la ocasión. Papá y Augusto vistieron con camisas combinadas color salmón —mamá intentó hacer que Aslan vistiera un traje, pero el calor del verano era abrasador y él alegaba que si no lo mataba la temperatura, lo haría la humedad—.

El acto no fue muy extenso; el grupo de revoltosos del salón saboteó en un par de ocasiones el discurso del director. Me alivió que mis compañeros no gritaron nada cuando me tocó subir al humilde y pequeño escenario para recibir mi diploma —ya el asunto de Franco había quedado en el pasado—. Después de todo lo protocolar, nos juntamos en el patio del colegio para tomarnos fotos grupales donde mis amigas y yo obtuvimos material suficiente para nuestras redes sociales.

Me habría gustado decir que Franco y yo intercambiamos una despedida en la cual él se disculpaba conmigo por ser un patán, pero la vida no es tan perfecta. De todas maneras no hizo falta que lo hiciera. A estas alturas había superado la escena que me formó en su casa y las cosas que había dicho de mí en el colegio; estaba más que lista para no cruzarme con él por el resto de mi vida.

—¿Estás bien? —me pregunto Arantxa cuando Zarina se alejó, como si fuera algo confidencial.

—Me habría gustado compartir este día con Andrés —contesté con un encogimiento de hombros—, pero él necesita estar con su familia de Italia.

—Su papá es una estrella de la tele, ¿por qué no le dices que te compre el pasaje? Eso haría a su hijo feliz.

Me reí y rodé los ojos.

—Jamás le pediría eso al señor Dante ni le sembraría tal idea a Andrés, de por sí no le gusta pedirle muchas cosas a su papá.

Ari jugó con el nuevo piercing que se había hecho en el labio. Todo su maquillaje er oscuro: labial violeta, sombra de ojos del mismo tono y hasta se había hecho mechas blancas en el cabello. Parecía la hija perdida de mi tía Cata.

—Tu laptop tiene cámara, ¿no? —inquirió y asentí—. Bueno, podrían ponerse picantes un día y tener sexo online.

Negué con la cabeza y rodeé su hombro con mi brazo. Me sonrojé un poco al imaginar dicha escena. Andrés y yo habíamos pasado casi dos meses sin besarnos siquiera, traer a colación desnudarnos frente a nuestras computadoras se sentiría... raro. Teníamos que definir muchas cosas antes de eso.

—Lo pensaré —mentí.

—Pueden poner la canción Pillowtalk para hacerlo más caliente.

—Gracias por el consejo, Ari —intenté cortarla. No porque no me causara gracia, sino que a la vez sentía que Andrés y yo estábamos lejos de estar calientes.

Últimamente nuestra relación de amistad difusa con derechos intermitentes era más gélida que la Patagonia.

—Mis papás me llaman —anunció—. Te fastidiaré para vernos la semana que viene, no escaparás de mí, Belén Ríos.

Ambas nos reímos y buscamos a nuestras respectivas familias. La mía me abrazó una vez más —excepto Augusto que no hacía más que quejarse que estaba muriéndose de hambre—. Lo que me causó un revoltijo de emociones en el estómago fue una cajita negra que papá me entregó con sumo cuidado. Tanto él como mamá me dedicaron una tierna sonrisa.

—Además de pasar a despedirse, Andrés dejó este regalo por tu graduación.

La sangre en mi cuerpo empezó a fluir más rápido cuando tomé la pequeña caja en mis manos. La abrí con suavidad, temiendo dañarla en lo más mínimo. Mordí mi labio inferior cuando descubrí lo que era: una preciosa cadena de plata cuyo colgante era un pingüino del mismo material, solo que la pancita del pingüino era un cuarzo blanco.

Era sencillo, brillante, y hermoso.

Como Andrés.

—Me encanta —suspiré, todavía anonada ante el gesto—. ¿Me ayudan a ponérmelo?

Mamá asintió y fue quien me lo colocó, adornando mi cuello con un segundo collar —porque me negaba a quitarme el que me había regalado la tía Cata, que además era un gemelo del de Andrés, quien tampoco se quitaba el suyo.

Tomé el pequeño pingüino entre mis dedos y lo contemplé con adoración. Habría dado cualquier cosa para compartir ese instante con él, por darle las gracias por mejorar cada momento solo con su presencia, por cada consejo, por cada sonrisa.

Por robarle un beso y decirle cuánto lo quería. 


-----


Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora