III. El conde Daskalov.

9.1K 772 60
                                    

Mientras aguardaba pacientemente a que ocurriera algo, lo que fuera, una chica ataviada con su uniforme y cofia se me acercó, portando entre las manos una bandeja cargada de copas de plata.

-Es sangre, señorita –me informó con un tono confidencial-. El señor Kozlov las ha dispuesto mientras aguardan a que el Conde venga.

Cogí una y la muchacha se marchó hacia el grupo de vampiros que discutían en voz baja. Los escuchaba perfectamente aunque ellos hubieran olvidado por completo que seguía allí.

La olfateé como medida de precaución antes de llevármela a los labios y darle un breve y corto trago.

Anya me había empezado a instruir en cómo desenvolverme en aquel mundo, pero sospechaba que no podría ayudarme en lo referido a mi instrucción respecto a cómo ser una buena reina. Iba a necesitar a alguien que tuviera buenos conocimientos sobre la materia; alguien como Vladimir.

Todos giramos la cabeza de golpe al ver aparecer en el salón a otro de los criados, éste demasiado pálido. El chico se dirigió hacia Vladimir y le susurró:

-Está aquí, mi señor.

Los susurros y murmullos que habían sonado como trasfondo en la habitación enmudecieron de golpe y todas las miradas se clavaron en Vladimir. Noté cómo mi corazón se aceleraba y mi pulso se disparaba; el Conde estaba allí. Ni siquiera había tenido tiempo de prepararme para recibirlo.

Justo cuando Vladimir iba a dar su respuesta, las puertas del salón se abrieron de golpe y una extraña comitiva apareció en el umbral. Todos ahogamos una exclamación de sorpresa mientras aquellos hombres que parecían haber salido de la nada irrumpían en el salón. Todos iban vestidos de oscuro pero, el último que entró, llevaba un traje de color granate oscuro. El color de la sangre.

Tenía que reconocer que era bastante atractivo: aparentaba unos veinticinco años, tenía buen porte y sus ojos grises me traspasaron cuando los clavó en mí. Se pasó una mano por su cabello cobrizo y esbozó una media sonrisa, enseñando un poco sus colmillos.

Me tensé cuando vi que sus pasos se dirigían hacia donde me encontraba, en el sofá, y que todo el mundo se apartaba a su paso; al llegar a mi altura, se arrodilló y me dedicó una encantadora sonrisa que provocó que se me escapara todo el aliento.

Los vampiros, como depredadores, teníamos la facultad de dejar asombrados a los humanos con nuestra belleza. Sin embargo, eso no sucedía muy a menudo entre vampiros; a no ser que se tratara de uno muy antiguo y poderoso.

Como él.

Ni siquiera reparé en Vladimir, que se había colocado tras de mí, hasta que habló con un tono firme.

-El conde André Daskalov, Alteza –me presentó al apuesto vampiro, que no había retirado su mirada de mí-. Un poderoso aliado que nos ha ayudado mientras vos estabais… dormida.

Con un movimiento rápido como el rayo, el Conde cogió mi mano, que estaba sobre mi regazo, y la besó sin despegar sus ojos de los míos. De repente, fue como si tuviera la garganta seca y necesitara otra copa de sangre… de su sangre; que los vampiros bebiéramos los unos de los otros únicamente sucedía cuando ambos se unían. Cuando se comprometían.

Era un acto de amor y confianza.

Algo que yo no tenía en absoluto con aquel vampiro que había irrumpido así en el salón y que ahora trataba de engatusarme.

-Me alegro de veros completamente recuperada, Alteza –murmuró el vampiro y yo liberé mi mano con toda la suavidad que pude.

Esbocé mi sonrisa más sincera.

La señora de los vampiros.Where stories live. Discover now