XXV. Deuda de sangre.

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Estaba paralizada, incapaz de encontrar cualquier tipo de relación entre aquellas dos mujeres. Isobelle había sido amiga de André, muy cercana diría yo, ¿era posible que se hubiera acercado a Delphina para intentar llenar el vacío que había dejado el vampiro en ambas? Entonces ¿a qué venía todo aquello? ¿Por qué estaba Isobelle allí, mirándome con un brillo divertido en sus ojos castaños mientras la mirada de Delphina me abrasaba como si fuera fuego?

¿Qué tramaban aquellas dos vampiras?

-Oh, por favor, que alguien le ofrezca algo donde pueda sentarse –exclamó Isobelle, con un tono burlón-. Pensará que no tenemos educación alguna…

Delphina soltó una risita mientras señalaba una silla que había cerca de mí. Al ver que no me sentaba, se encogió de hombros y compuso su habitual aire de superioridad.

Mi cabeza daba vueltas de tanto pensar. No entendía nada de lo que estaba sucediendo y la culpabilidad por no haber avisado a nadie de mi apresurada marcha; ni siquiera Anya podía ayudarme en aquella ocasión.

Estaba sola y era una estúpida.

La risotada de Isobelle me devolvió a la realidad. Sus ojos castaños me observaban, calculadores mientras su cómplice seguía burlándose de mí con aquella mirada cargada de mofa y su sonrisa, que no auguraba nada bueno.

-Bueno, ya que no quieres tomar asiento –prosiguió Isobelle, paladeando cada sílaba que pronunciaba-, será mejor que empecemos todo esto. Demasiadas preguntas, ¿eh?

Parpadeé varias veces, arrancándoles una risita a ambas.

-Ay, pequeña… -suspiró teatralmente Isobelle-. Ha sido más fácil de lo que creía, cariño. Lo cierto es que esta agradable reunión no era mi plan inicial, ya que tenía pensado algo mucho más especial para ti… pero cuando vi a esta jovencita en el funeral del pobre Daskalov pensé que podría hablarle de un par de puntos que, al parecer, tú te habías olvidado de comentarle.

No pude evitar tambalearme. Los cabos sueltos estaban comenzando a unirse en mi cabeza, dándole sentido a todo aquel sinsentido; mis ojos se clavaron en Isobelle y fruncí el ceño, comprendiendo.

Sin embargo, mantuve la boca cerrada, escuchando atentamente aquella confesión por parte de la vampira.

-¿Sabes que has sido una inconsciente al venir aquí sola y, me apuesto, sin habérselo dicho a nadie? –me preguntó Isobelle, divertida.

Las fulminé a ambas con la mirada.

-Vine por ella –le espeté, mirando con desagrado a Delphina-. Creí que quería arreglar las cosas…

Me vi silenciada por una estruendosa carcajada procedente de Delphina.

-Y por ello estás aquí, princesa: para arreglar las cosas.

Me permití una mirada cargada de altanería mientras por dentro de reprendía de nuevo por mi inconsciencia de haber salido tan apresuradamente del edificio; sin embargo, caí en la cuenta más tarde, había dejado olvidado allí el sobre que me habían enviado para atraerme allí. Y, eso significaba, que había dejado la hoja garabateada de Delphina donde constaba aquella dirección.

Aún tenía una oportunidad. Simplemente tenía que entretenerlas lo suficiente para que pudieran venir a por mí.

Alcé la barbilla, decidida a llevar a cabo mi improvisado plan mientras rezaba para que se dieran prisa. Quería ver a aquellas dos mujeres en las mazmorras del edificio para poder tener un par de palabras con ellas.

-No entiendo qué tengo que arreglar –repliqué con soberbia-. Eres tú, Delphina, quien tendría que estar suplicando que arregláramos las cosas.

La señora de los vampiros.Where stories live. Discover now