IX. Sangre y lágrimas.

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 André parecía encantado de que hubiera recibido de aquella manera tan afectuosa a su familia. Eso, o parecía estar pletórico de que pudiera seguir comportándose como si él fuera el heredero al trono. Sin embargo, aquellas dos mujeres no eran culpables de la maldad que residía en André y parecían apreciarme de verdad. Incluso me resultaban agradables.

Era como si hubiera recuperado a mi familia.

Dejé que, tanto Jezebel y Delphina, me trataran con más familiaridad que la que debía permitirse y me dejé llevar. Si cerraba los ojos y me olvidaba de todo, era como si hubiera regresado a casa; Delphina siempre estaba charlando sobre cualquier cosa con tal de que no hubiera ni un solo silencio. Jezebel, por el contrario, parecía haberme adoptado como a una hija más. Mi corazón destrozado agradecía aquella muestra de cariño fraternal que tanto había anhelado y me entregaba a ellas con la misma veneración que con mi auténtica familia.

Parecía haberme vuelto una chiquilla que disfrutaba de las atenciones de su familia y no era capaz de pensar con objetividad.

-Podríamos salir de compras en alguna ocasión, Erzsébet –me propuso Delphina mientras caminábamos con los brazos entrelazados por los pasillos.

Aún no lo habíamos comunicado oficialmente, pero André había empezado a dar órdenes para que los preparativos de la boda estuvieran en marcha de inmediato ante el poco tiempo que quedaba hasta su celebración. Todo el edificio bullía de energía y podían verse por todos los rincones doncellas y vampiros que iban de un lado hacia otro, cumpliendo los encargos que se les ordenaban.

Victoria, pese a mi desgracia, nos seguía a una distancia prudente. Dentro de poco tendríamos nuestra primera clase y estaba dilatando todo lo posible su llegada; me reuniría con Vladimir más tarde para empezar con mis clases particulares urgentes para mi inminente coronación. Quería estar más que preparada para cuando llegara la ocasión.

Sonreí a Delphina con cariño.

-Me encantaría –acepté-. Con tal de salir de este sitio… -Delphina se echó a reír ante mi comentario y me dio un apretón amistoso.

A pesar de que habían llegado un par de horas antes, Delphina no se había separado de mí ni un solo minuto. Sus comentarios me hacían reír y me contaba anécdotas sobre los lugares que había visitado recientemente; me había hecho desear visitar Italia y quería ver con mis propios ojos París. La presencia de Delphina a mi lado suplía la falta de Anya y me ayudaba a estar más… en calma.

Jezebel se había marchado con André para ayudarle con todos los preparativos y nos habían dejado solas y sin saber qué hacer para matar el tiempo. Así que habíamos optado por pasearnos por las distintas plantas del edificio mientras sentíamos a nuestra espalda la silenciosa presencia de Victoria, que no había abierto aún la boca y se había granjeado una mirada de puro desagrado por parte de la madre de André. Aquello hizo que me cayera muchísimo mejor.

Delphina me pellizcó con suavidad el brazo y me indicó con el dedo índice que me acercara más a ella. Cuando quedamos a poca distancia, Delphina cubrió su boca con la mano para evitar que nos escucharan.

-¿Siempre tienes a esa vampira siguiéndote a todos lados? –me preguntó con fastidio y yo asentí-. No entiendo cómo puedes tener tanta paciencia… A mí me está poniendo de los nervios, si te soy sincera.

Se me escapó una risita.

-Fue idea de André –le expliqué en voz baja.

Delphine soltó un bufido nada femenino que me hizo sonreír con muchas más ganas.

A pesar de mis recelos iniciales, la presencia de aquellas dos vampiras iba a convertir mis días en algo más divertido y alejado de la continua monotonía que tenía todos los días. Además, estaba empezando a tomarles cariño.

La señora de los vampiros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora